La expansión de los grandes centros ubanos no solo afecta al paisaje, sino también a las diversas especies de animales e insectos que viven en las ciudades o en sus inmediaciones. Ahora, una investigación realizada por la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica ha analizado cómo afectan las secuelas del urbanismo (la contaminación lumínica y acústica, las especies invasoras…) a las distintas especies, y qué estrategias desarrollan para adaptarse a los nuevos hábitats urbanos.
Y lo que han observado es que una de las principales estrategias consiste en modificar su tamaño. Debido al aumento de las temperaturas en las ciudades, la mayoría de las especies tienen a evolucionar hacia un tamaño menor, ya que invierten más energía en el mantenimiento de su metabolismo y menos en el crecimiento. Un buen ejemplo de ello es la pulga de agua, cuyos especímenes que anidan en estanques urbanos son hasta un 44% más pequeños que los que viven en entornos rurales.
Pero hay excepciones a esta estrategia, como las polillas, las mariposas o los saltamontes, que en lugar de reducir su tamaño lo aumentan. Para especies como estas, que tienen que desplazarse constantemente, ser más grandes les facilita tener más movilidad y poder, así, encontrar nuevos hábitats.
Fuente: SINC.
Vicente Fernández López