Somos muy pocos los que queremos asumirlo, pero los viajes de larga distancia a centros turísticos en playas exóticas tienen los días contados. Si no cambiamos pronto y de forma radical las normas sociales, tanto esta playa como la ciudad que la rodea terminarán bajo el agua. Y esto no es una opinión apocalíptica, sino la cruda realidad que nos traerá el cambio climático.
Sin embargo, muy poca gente está dispuesta a aceptar los grandes cambios imprescindibles para salvar a nuestra especie. Los impuestos sobre las emisiones de carbono y los proyectos de energías renovables no conseguirán este objetivo, mientras mantengamos nuestro modelo cultural de consumo. Lo que necesitamos es una transformación cultural profunda, en la que la gente no siga equiparando una vida buena con el consumo de más aparatos, casas más grandes y vacaciones exóticas, sino con una vida sencilla, con más tiempo libre, menos trabajo, menos estrés y una conexión más profunda con el planeta que nos alberga. Esa nueva “cultura ecológica”, radicalmente distinta a la actual, puede resultar no sólo más equitativa y sostenible, sino también más satisfactoria.
Redacción QUO