Pues sí: les ayuda a introducir la presa dentro de su estómago.
Hay que tener en cuenta que los anuros (sapos y ranas) raramente tienen dientes (muy pocas especies y muy pequeños), con lo cual, los alimentos pasan de la boca al aparato digestivo casi enteros.
La mucosidad de la que tienen revestidas la lengua y la cavidad bucal tiene la utilidad de atrapar a la víctima como si fuera un pegamento, pero no sirve por sí sola para comenzar a descomponer el alimento.
Así que una vez dentro de la boca, los sapos y las ranas se valen de los músculos que gobiernan los párpados para empujar el animal hacia el interior; el movimiento “invade” el espacio de la presa y la oprime.
Esto solamente es posible gracias a que no hay ningún hueso que separe la zona superior de la cabeza y la boca.
Enviada por Luis Javier Cúmena, correo electrónico
Redacción QUO