La rocas ‘hablan’
Las zonas de frecuente actividad sísmica, como Arizona, son fácilmente reconocibles. El paisaje está lleno de rocas erosionadas y agrietadas que pueden ser el indicio de la existencia de una falla subterránea.
Falla de San Andrés
la tierra se rompe
Igual que donde hay humo hay fuego, donde hay fallas (como la californiana de San Andrés que se ve en la foto) hay riesgo de terremotos. Este fenómeno geológico es una de las pocas evidencias sólidas de peligro. Si las grietas de las fallas se agrandan, eso puede ser señal de que se avecina un fuerte temblor.
La gran huida
Las crónicas dicen que antes de que un temblor arrasara Grecia en 373 a. de C., los topos huyeron de sus madrigueras. Hoy se cree que algunos animales, como esta rana, usan ciertas membranas para detectar las vibraciones.
‘Ondiñas’ vienen
Los terremotos y el oleaje están relacionados. Los temblores bajo el mar provocan tsunamis. Pero se sospecha que las tensiones presísmicas de la placa oceánica también crean grandes olas, como esta que azota un faro de las Azores.
El Trigo
la mala cosecha
Los agricultores de Asia
afirman que el mal sabor del trigo anuncia una catástrofe. Aunque este vínculo no está demostrado, se cree que los gases (CO2, sulfúricos…) liberados por las fricciones de las capas tectónicas pueden afectar a la composición del suelo y, por tanto, al sabor del grano.
Volcanes de lodo
Pese a su nombre, no arrojan magma. En su lugar expulsan agua a 100ºC, mezclada con hidrocarburos. ¿Pero por qué se forman? Muchos son fruto de la acción humana (de las prospecciones petrolíferas), pero otros podrían tener un orígen sísmico. Cuando sucede un temblor de tierra, se pueden producir escapes de gas metano que hacen que el lodo ascienda en forma de burbujas y se apile sobre otros cuerpos y objetos menos densos, lo que crea algo similar a un cono volcánico.
¡Huele a azufre!
La vulcanóloga Katia Krafft observa una fumarola del volcán Mauna Loa en Hawai por la que emana azufre. Según la hipótesis del
químico chino Zhonghao Shou, esas emanaciones de gas tiñen de amarillo las nubes, lo que podría ser una señal para predecir los temblores provocados por erupciones volcánicas.
¡Estampida!
El monstruoso tsunami de 2004 arrasó la reserva de Yala, en Sri Lanka, hogar de decenas de elefantes. Pese a ello, no murió ninguno, ya que habían huido antes. Debbie Martyr, una bióloga del parque, dice que: “Los elefantes son sensibles a las vibraciones y se olieron el peligro”. Pero es solo una opinión sin base científica.
Luz del Apocalipsis
Durante segundos, el cielo se tiñe de color, como en una aurora boreal. Este espectáculo se llama triboluminiscencia, y podría estar causado por la electricidad liberada por los corrimientos de la corteza terrestre que anteceden a un seísmo.
Un SOS verde
Los árboles que crecen en las laderas de las montañas son muy elocuentes. Si su posición varía de forma evidente, se debe a un fenómeno llamado solifluxión: un corrimiento del suelo que puede ser provocado por el movimiento de las placas previo a un terremoto.
Un denso velo
Dos lecheros circulan en bicicleta por la carretera de Amritsar, en la India, sin sospechar que la niebla que les rodea podría ser el presagio de una tragedia. El físico ruso Valentin Ulomov sostiene la teoría de que las fricciones tectónicas liberan vapor procedente de las aguas subterráneas que, al enfriarse en la atmósfera, forma brumas.