Las tormentas y los ciclones son algunos de ellos. Pero los más temibles son los tornados, que dan lugar a los vientos más rápidos conocidos. Por fortuna, los gravemente destructivos son escasos
El desigual calentamiento del Ecuador y los Polos a menudo produce tormentas de miles de kilómetros que transportan el calor hacia el continente Ártico y el Antártico. Estos gigantescos fenómenos meteorológicos, llamados ciclones de latitud media, son los sistemas de bajas presiones y las ventiscas que provocan las precipitaciones.
Se forman donde existen contrastes muy agudos de temperatura que separan un frente de aire polar frío y seco de otro tropical cálido y húmedo. Dichas tormentas se nutren principalmente del desprendimiento de energía a medida que el aire denso y frío baja y se mueve hacia el Ecuador, desplazando el aire menos denso y más caliente hacia los Polos y subiendo a las capas superiores de la atmósfera.
Una fuente adicional de energía es el calor latente. Se necesita una gran cantidad de energía para transformar en vapor el agua en estado líquido. Pero una vez que el aire se ha elevado y enfriado, condensando el vapor de agua, toda esa energía se libera y caldea la atmósfera circundante. Eso hace que ese aire suba más arriba todavía, lo que libera aún más calor latente y da más fuerza a la tormenta. Esta actúa como un motor de calor que convierte la energía calorífica en energía cinética: viento.
Tornados. Durante un tornado en Bridge Creek, Oklahoma, el 3 de mayo de 1999, el radar registró una velocidad de 486 km/h: el más rápido conocido. Vientos de esa fuerza causan una destrucción total.
Afortunadamente, durante la pasada década solo ha habido tres tan fuertes, con vientos que excedían los 322 km/h. Los tornados son bastante pequeños comparados con las grandes tormentas, desde 75 m a alrededor de 3 km, y se necesita una serie de condiciones para que se formen. La más importante es la presencia de inestabilidad y vientos racheados. Un flujo de baja altitud de aire cálido y húmedo procedente de una zona oceánica combinado con una corriente de aire frío polar y seco más arriba crea la máxima inestabilidad, lo que implica que porciones de aire caliente cercano a la superficie se eleven de repente y creen corrientes ascendentes muy potentes.
Si hay una fuerte corriente de chorros de viento alto cerca del límite superior de la troposfera, se producirá un gradiente vertical de gran velocidad. Si los vientos también cambian desde la dirección sur cerca de la superficie, habrá vientos verticales racheados. Estos dos tipos de rachas hacen que la corriente ascendente gire, lo que crea una tormenta rotatoria, o supercell, que es la que genera los tornados más fuertes. El más letal que se conoce asoló Bangladés el 26 de abril de 1989 y mató a más de 1.300 personas.
Tormentas. Si el calor del Sol es muy fuerte, las corrientes térmicas ascendentes que crea forman cúmulos algodonosos con la parte superior hinchada. En la parte superior de estas nubes con forma de coliflor, las temperaturas de congelación crean hielo y nieve, y las colisiones entre las partículas heladas separan las cargas eléctricas. Cuando esa electricidad se acumula hasta niveles realmente críticos, se desata un rayo que vuelve a reunir las cargas positiva y negativa.
La causa del subsiguiente trueno todavía es objeto de debate. Una teoría reciente es que lo produce la energía liberada cuando las moléculas de N2 y O2 son divididas: o lo que es lo mismo, una explosión de aire.
Sea cual fuere la razón, el cúmulo se convierte entonces en un cumulonimbo: una nube de tormenta. Aparte de proporcionar lluvias, las tormentas también conllevan una serie de riesgos. Los sucesos más graves del mundo relacionados con los aguaceros los causan las tormentas; la lluvia torrencial de los ciclones tropicales se debe a estas tormentas. Las más graves pueden generar vientos direccionales muy destructivos con velocidades de hasta 240 km/hora y crear granizos tan gruesos como uvas. Finalmente, las tormentas también son el origen de los vientos más violentos: los tornados.