NATURALEZA

Cómo piensan los perros

McKenzie mira fijamente al instructor. De pronto, una orden le hace dar un salto, tumbarse en el escáner que realiza resonancias magnéticas funcionales y quedarse quieto, completamente inmóvil mientras observa a su instructor durante diez segundos. No parece mucho, ¿verdad? Pues es el tiempo suficiente para obtener imágenes perfectas. Y un lapso increíblemente largo para que un perro permanezca petrificado en un espacio cerrado… porque McKenzie es un perro; más concretamente, un border collie. Él y una mestiza llamada Callie son los primeros perros en participar de un escáner por resonancia magnética (fMRI) despiertos. El estudio, publicado en PLoS One, fue realizado por el equipo de Gregory Burns, director del Center for Neuropolicy de la Universidad Emory en Atlanta, Estados Unidos.

La investigación pretendía escanear el cerebro en estado de alerta de la especie más antigua domesticada por el hombre. Para ello se adiestro a Callie y a McKenzie a permanecer impertérritos mientras respondían a las señales con la mano que les daba un instructor: una mano alzada significaba que un perrito caliente venía en camino. Las dos manos, en cambio, era que no había ningún premio en el futuro inmediato. Estos estímulos demostraron que en el cerebro de los perros se activa la misma región relacionada con la recompensa que se pone en marcha en los humanos.

Es el propio Burns –dueño también de Callie, a quien adoptó de un refugio hace más de un año– quien relata la importancia de la investigación: “Fue sorprendente ver por primera vez la imagen del cerebro de perros que no estuvieran obligados de ningún modo a quedarse quietos. Esperamos que este tipo de investigaciones abra la puerta para entender su capacidad de cognición y la comunicación entre especies”.

Y es que este es uno de los objetivos más importantes de este tipo de estudios. Se trata de contestar a preguntas como: ¿tienen empatía los perros? y ¿cuánto comprenden de nuestro lenguaje? Y puede que ya estemos en el camino de responder a ambas. Respecto a la empatía en los canes, un trabajo recientemente publicado en Biology Letters y realizado por Karine Silva y Liliana Sousa, del Instituto de Ciencias Biomédicas Abel Salazar, señala que los perros se comportan como niños preocupados cuando comparten el ambiente de una familia que muestra síntomas de estrés. Aún no se sabe si esto es empatía pura o una suerte de contagio emocional. Los escáneres cerebrales efectuados por Burns servirán para aclararlo, pero como explica Karine Silva: “Este tipo de estudios tendrá un impacto considerable en asuntos como la educación y la sociedad en un futuro próximo”.

Distinguir juguetes.

Chaser es otro border collie (algo debe de tener esta raza) que durante tres años fue entrenado por Alliston Reid y John Pilley, psicólogos del Wofford College de Estados Unidos. A lo largo de 36 meses le enseñaron a distinguir entre 1.022 juguetes diferentes. Los científicos le pedían que fuera a buscar, por ejemplo, la bola azul al cuarto de al lado, y Chaser lo hacía. En los 836 tests que llevaron a cabo a lo largo de tres años, el border collie solo mostró un error en los colores del 1%.

Estos nuevos conocimientos pueden confirmar una idea que esboza Gregory Burns: “El cerebro de los perros exhibe algo especial acerca de cómo los seres humanos y los animales nos unimos. Es posible que hayamos influido nosotros en su desarrollo como especie tanto como ellos en la nuestra”.

Un adiestrador profesional

Mark Spivak, participó en el proyecto para adiestrar a los animales durante varios meses y luego para comprobar que no estuvieran sometidos a ningún tipo de estrés: “Sabemos que estaban felices por su lenguaje corporal”, asegura Spivak.
“De hecho, a veces entraban al escáner cuando no era su turno.”

¿Cómo comenzó? La idea surgió cuando los investigadores supieron que un perro había participado en el equipo SEAL que mató a Bin Laden. Si los perros podían ser entrenados para saltar de un helicóptero, también podían ser adiestrados para permanecer quietos en un escáner.

El olfato

Aunque suene increíble, los perros pueden oler el tiempo. Si pensamos que nosotros tenemos  5 millones de células olfativas y un can de raza beagle llega a las 300, empezamos a imaginar por qué. Al seguir un rastro, son capaces de determinar cuánto tiempo pasó desde que se dejó un determinado olor y así construirse una cronología de la escena.

La razón de los juegos

La psicóloga Alexandra Horowitz, autora de Inside of a dog (Dentro de un perro), señala a qué se debe la afición de los perros a jugar. “De hecho”, sostiene la investigadora, “están constantemente inventando juegos: perseguirse, robarse objetos, esconderlos. Todas estas conductas buscan fortalecer los lazos entre ellos y con nosotros”. Cuando, hace 30.000 años, el ser humano comenzó a domesticar a los lobos, estos dejaron de tener la presión de la caza: ya recibían alimentos de los hombres.
Así, los juegos perdieron paulatinamente su finalidad de enseñanza preparatoria para la búsqueda de comida. Y este comportamiento fue reemplazado por otro igual de importante: aquel en el que aprendía a convivir con miembros de otras “manadas” (léase razas) y hasta con otras especies, como la humana. “Por eso”, concluye Horowitz, “cuando un perro no juega con nosotros es síntoma de que algo no va bien en nuestra relación.”.

¿Será lo contrario?

César Millán señala que uno tiene que ser el jefe de la manada. Pero los expertos en etología dicen que debemos verlos como miembros con los mismos derechos.

Seducen como nosotros.

Investigadores del departamento de Etología Comparada de la Academia de Ciencias de Hungría han descubierto que los patrones de interacción entre perros y humanos son muy similares a los que se dan entre extraños cuando intentan seducir. Del mismo modo que es mala señal si en un flirteo la otra persona no se ríe con los chistes o no nos devuelve la mirada, si un perro no hace caso a nuestra llamada o no participa activamente de los juegos, es que no hay “piel” en esta relación. Afortunadamente, con los perros sí es posible cambiar una primera mala impresión.

La vista

Los humanos obtenemos la mayor parte de información del entorno gracias  a la vista. Cada segundo, nuestros ojos “toman” unas 60 fotografías que nos ayudan a comprender lo que nos rodea. Pero los perros son un 30% más rápidos: toman unas 80 imágenes por segundo. Por eso son más céleres para atrapar objetos como frisbees.

El Oido

Pese a su poderoso sentido del olfato y a su rapidez visual, en algo tenían que fallar los cánidos. Y es aquí donde sacan las peores notas. Su sentido del oído deja bastante que desear. Recientes investigaciones demuestran que al oír un sonido, precisan de sus otros sentidos para complementar la información y determinar su procedencia.

Redacción QUO

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