Un equipo de investigadores de Estados Unidos, liderado por Ken Catania, ha indagado cómo realiza tal tarea la especie acuática (Sorex palustris). Según sus resultados, estos animalillos despliegan una serie de complejas habilidades que les colocan entre los depredadores más refinados. Además de identificar a sus víctimas por la forma y por las corrientes que provocan, son capaces de olerlas en el medio acuático. Para realizar el estudio se diseñó una serie de experimentos, grabados con una cámara de infrarrojos de alta velocidad.

Preparada, lista, ¡ya!

El impulso que lanzará a la cazadora hacia su presa se inicia solo una quincuagésima parte de segundo tras identificarla.
Aquí huele a pescado.
Para oler bajo el agua, este pequeño mamífero utiliza un hábil truco: emite una burbuja de aire por la nariz y vuelve a inspirarla un momento. Detecta las partículas atrapadas en ellas y la suelta.

Una herramienta peliaguda

Los finísimos pelillos de su hocico le permiten identificar, sin necesidad de luz, la silueta de los pequeños peces e insectos que constituyen su dieta habitual. En los experimentos de este estudio se utilizaron también peces de silicona para analizar esta capacidad. Las musarañas caían en la trampa tres o cuatro veces, pero después “pasaban” de los impostores.

No hay tiempo que perder

Desde que sabe que el aperitivo está a su alcance, la musaraña solo tarda una vigésima de segundo en abrir las fauces.

Quien se mueve, no sale… vivo

Las corrientes de agua que produce el pez al intentar huir revelan su presencia a la musaraña, que se apresura a cazarlo.