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Si no fuera porque el problema puede acabar en drama económico y demográfico, esta frase tendría mucha gracia: “En los últimos 54 años se ha logrado un mejoramiento genético del hongo [que causa la sigatoka negra], pero ninguno del banano Cavendish”. Es la paradoja que cuenta a Quo Juan Fernando Aguilar, líder del Programa de Banano y Plátano de la Fundación Hondureña de Investigación Agrícola (FHIA).
Su país, uno de los grandes exportadores mundiales de lo que aquí llamamos plátanos, se enfrenta a dos grandes desafíos: el mal de Panamá y la sigatoka negra, dos afecciones que acaban con la vida de las plantaciones. Desde su despacho en La Lima, el investigador se refiere a que, a base de fumigar las plantaciones, el hongo Mycosphaerella fijiensis ha ido mutando para resistir a los sucesivos fungicidas que se le aplican, y ha “generado cepas resistentes” que lo hacen cada vez más imbatible “y agresivo”. La prueba es que en 1972, cuando se detectó la llegada de la enfermedad, “se hacían 12 aplicaciones [fumigaciones] al año, y ahora se realizan entre 52 y 71”, detalla Aguilar. Esta lucha acapara ya un 25% de los costes de producción, y aun así, el cultivo sigue siendo rentable.
Del Gros Michel al Cavendish
Por contra, la variación genética del tipo de plátano que hoy domina el mercado exportador en un 90% ha sido casi nula. Es decir, no ha podido desarrollar nuevas defensas naturales (como sí ha hecho el hongo) porque unas plantas son clones de las otras. Las razones son históricas, biológicas y económicas. Entre 1870 y 1960, la variedad de plátano que copaba el negocio era Gros Michel, pero la aparición del mal de Panamá arrasó sin remedio todas las plantaciones y acabó así con el negocio y el sustento de millones de personas de países productores de todo el mundo.
Como no se halló elemento químico que lo batiera, se buscó un tipo de plátano que cumpliera tres características básicas: que fuera genéticamente resistente al hongo, que contara con unas propiedades organolépticas y de sabor y textura similares, y que gozara de una productividad alta por planta. Por último, se perseguía un fruto cuya piel resistiese bien los golpes y rayaduras del manipulado y transporte, y que tardara en marchitarse (una sola banana madura era, y es, motivo contractual para devolver un contenedor entero).
Así fue como la industria se decantó por la variedad Cavendish, que es la que comemos de postre (hay otras, pero se emplean en la industria alimentaria y culinaria). De paso, el banano del Cavendish tiene un porte bajo, algo muy necesario en zonas de huracanes.
El hongo que volvió reforzado
Pero “en 1980 se detectó en Taiwán una nueva cepa que sí ataca a los clones de Cavendish: el Mal de Panamá Raza Tropical 4 (o TR4)”, relata el científico hondureño. Esa nueva mutación ataca ya en China, el Sudeste Asiático, zonas de Australia, Mozambique y Jordania, pero aún no ha llegado a América Latina. Y Aguilar alerta: “Muchos científicos y técnicos van a visitar estos países, y si no toman medidas, van a traer en sus zapatos el TR4”.
Se estudia el fungicida natural de la piel de un sapo por si es eficaz contra el mal de Panamá
El peligro es enorme: tampoco ahora hay remedio conocido para el hongo, tal como nos cuenta Galo Alexander Cedeño, ingeniero agrónomo del Instituto Nacional Autónomo de Investigaciones Agropecurias de Ecuador, otro de los grandes países exportadores. El científico, que trabaja de lleno en el Programa de Banano, Plátano y Otras Musáceas, explica su peligro: “Tiene la capacidad de producir unas esporas de resistencia (clamidosporas) que son de pared celular gruesa, lo que le da la capacidad de vivir más de 30 años en el suelo incluso sin la presencia de su hospedante (bananos y plátanos)”.
Como el plátano Cavendish solo se reproduce por hijuelas (método asexuado o vegetativo), esa “descendencia” tiene los mismos genes (y defensas) que su madre. ¿Y por qué no lo reproducen sexualmente, o sea, por semillas, para que la planta se adapte evolutivamente al ambiente? Porque por esa vía, el Cavendish tiene muy poca fertilidad (aunque no es estéril, como ha demostrado la FHIA): la mayoría de los óvulos no progresa. Como mucho, se crean in vitro. Aun así, Cedeño explica que en el ámbito comercial “no interesa la propagación por semillas: el fruto perdería valor, pues los consumidores resultan muy exigentes y les gusta la fruta sin semilla. Por eso, los materiales que producen simiente se emplean en investigar el mejoramiento genético”, añade.
Bioingeniería, y no panacea
Esa bioingeniería (genética o por vías naturales de cruzamiento) podría tomar dos caminos: hibridar el Cavendish con variedades resistentes al azote de la sigatoka negra y el TR4, o mejorar las condiciones de sabor, textura y aspecto de otros tipos de plátanos que sean inmunes, para convertirlos en el nuevo postre. La primera opción es la más deseada, porque la productividad del actual es enorme: 40 kg por racimo frente a los 8 del fruto lady finger, por ejemplo.
La FHIA ya ha obtenido dos híbridos que saben y huelen parecido al Cavendish, pero de variedad y aspecto diferentes. “FHIA25 y FHIA01 son resistentes a la Sikatoka negra”, cuenta el investigador hondureño, pero para terminar de comprobar si lo son al Mal de Panamá TR4, “aún hay que enviar muestras a zonas afectadas”. Además, el FHIA25 no es Cavendish propiamente, “sino un banano de cocción, no de postre”.
Y el 01 es tipo pome, con un sabor agridulce parecido a la manzana. “Brasil tiene 503.354 hectáreas de banano, de las cuales el 64% son de este tipo. Así que el cuarto mayor productor del mundo ya tiene una solución para producir cuando el Mal de Panamá TR4 llegue allí”, adelanta Aguilar. Aunque la alternativa más curiosa es la de emplear unas proteínas antifúngicas que hay en la piel de ciertos sapos.
Para complicar más la búsqueda del plátano salvador, hay otra cuita. El Cavendish era inmune totalmente al antiguo mal de Panamá (resistente) pero solo lo es parcialmente a la sigatoka negra (tolerante). Así que preferimos uno totalmente resistente a todo, ¿no? Pues quizá no. El ecuatoriano Cedeño explica a Quo que la resistencia “se debe a un grupo pequeño de genes, mientras que en la tolerancia interviene un número mayor”, así que a un hongo hostil siempre le costará más aprender a combatir a un ejército que a un pelotón, digamos.
Dicho todo lo cual, corregimos: aunque en España llamemos plátano a casi todo, el Cavendish es una banana, según Cedeño: “Los bananos proceden de mezclas entre genotipos del ancestro Musa acuminata. Y los plátanos provienen de cruces entre esa especie y otro ancestro llamado Musa balbisiana”.
Y recapitulamos: ¿se extingue el plátano? Como fruta, no, pero como alimento comercializable corre grave riesgo. Quedaría para los millones de humanos que lo comen localmente cada día como sustento básico. Aun así, sería una debacle económica por la pérdida de puestos de trabajo e ingresos que causaría el cierre de plantaciones.
Las Canarias están aisladas…
En el Instituto Canario de Investigaciones Agrarias (ICIA) no se percibe mucha preocupación por la existencia de las dos enfermedades que acechan al Cavendish. Varias de sus selecciones (o subtipos) se producen allí. Al teléfono desde Tenerife, el director científico del ICIA, Manuel Caballero Ruano, nos aclara que “es muy difícil que el mal de Panamá llegue a las Islas, porque los controles de importación de semillas y plantas son exhaustivos”.
Y tampoco teme la intrusión de la sigatoka negra, “porque el hongo necesita mayor humedad y temperatura que las de aquí”. Su institución participa en un programa europeo que investiga otras variedades “igual de válidas”.