En la selva de Costa Rica viven las dos especies de perezosos: unos con dos y otros con tres dedos. En común tienen la destrucción de su hábitat y la popularidad de la que disfrutan entre los humanos, con su aspecto mullido y la ternura escrita en el rostro. Un reclamo que ganó el corazón de la zoóloga estadounidense Sam Trull. La especialista en conservación de primates decidió dejar su vida en Estados Unidos para entregarse a la protección y estudio de estos mamíferos pendientes de las copas arbóreas.
Tras unos años en otra ONG, hace tres que cofundó El Instituto de Perezosos (TSI, por sus siglas en inglés) en la localidad costarricense de Manuel Antonio. Allí acogen a ejemplares heridos, pero sobre todo a crías huérfanas a las que alimentan con biberón, mientras van procurándoles todos los cuidados necesarios y el contacto progresivo con el medio selvático, hasta que las liberan ya adultas. El objetivo final es que sobrevivan con éxito en el entorno salvaje.
Pero mientras los mima y estudia en el centro, Trull se deja seducir por su encanto y lo plasma en fotografías como estas. Con ellas ha elaborado el libro Slothlove(amor perezoso), publicado por Inkshares (slothlove.com), en el que intercala los momentos más expresivos y conmovedores de sus protegidos con las historias y anécdotas de cada uno de ellos. Su intención: despertar en el público un interés teñido de respecto y curiosidad por estos animales, tan lentos como vulnerables.
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