Reencarnarse en árbol con zapatillas

Esa es la propuesta, o la ensoñación, de Christophe Guinet, creativo y diseñador francés conocido entre los seguidores del land art (arte en la naturaleza) como Monsieur Plant. La obra se llama Human Nature y, con ella, Guinet representa “la evolución del ser humano, el momento en que la naturaleza y el hombre se fusionan y se vuelven uno”. La instalación está en los jardines de un centro de investigación francés que merece la pena seguir de cerca. Se trata de The Camp (www.thecamp.fr), un campamento permanente que apuesta por la innovación y las nuevas tecnologías en busca de respuestas sostenibles a preguntas que escuecen: ¿Qué van a comer los humanos del futuro? ¿Cómo aprenderemos? ¿Cómo envejeceremos?… 

Alpacas salvadoras

Miles de burros, ovejas, cabras o conejos están “trabajando” ahora mismo para fabricar un tipo de anticuerpos destinados a la investigación biológica y el diagnóstico y tratamiento de enfermedades. En un proceso controvertido desde el punto de vista ético, se los vacuna para que sus organismos generen esas sustancias defensoras, que después obtenemos de su sangre. Pero en el Instituto Max Planck de Química Biofísica, en Gotinga (Alemania) han encontrado una alternativa sin polémica.

En un proceso similar llevado a cabo en alpacas han conseguido que estas generen otras sustancias con las mismas prestaciones que los anticuerpos mencionados: como ellos, se aferran a células y moléculas que nos interesan para marcarlas y verlas mejor al microscopio o manipularlas. Es más: los investigadores han desarrollado un método para que sean bacterias las que generen esas sustancias, llamadas nanocuerpos. Una vez publicada la receta de cómo programar los microbios, no harán falta los mamíferos. Además, los nanocuerpos son diez veces menores que los anticuerpos y permiten ver mejor las células.

Miniabejas de récord

Imagina que tu trabajo consistiera en transportar polen volando de Estocolmo a Madrid. Una y otra vez. Una distancia equivalente (2 km para ellas) es la que cubren unas abejas de la selva panameña menudas como un grano de arroz. Así logran que plantas muy distantes –y más diversas genéticamente que las próximas– se reproduzcan entre sí. La variedad genética dota a la nueva generación de mejores armas contra enfermedades o factores adversos derivados del cambio climático. 

A partir de un estudio de paternidad entre arbustos del género Miconia, un grupo de investigadores de la Universidad de Texas en Austin (EE. UU.) ha comprobado que las abejas de especies de mayor tamaño de la misma selva no polinizaban a distancias tan grandes y visitaban muchas menos flores que las diminutas.