Reconocer el pescado en las políticas de seguridad alimentaria y nutricional reduciría los niveles de hambre, la desnutrición y, además, fomentaría una pesca sostenible, según un estudio reciente

Aunque la desnutrición ha descendido de forma constante durante los últimos 15 años, el último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) calculó que en 2018 había un total de 678 millones de personas desnutridas en el mundo.

La desnutrición es una condición fisiológica anormal causada por el consumo inadecuado, desequilibrado o excesivo de macro y micronutrientes. Se estima que, si la  tendencia se mantiene, en 2030 serán 841 millones las personas desnutridas. Estas cifras todavía no tienen en cuenta los efectos de la pandemia de COVID-19.

En este contexto internacional, las políticas alimentarias y las prioridades de financiación reconocen el pescado como medio para ganarse la vida, pero no como fuente de nutrición humana. Según un reciente informe, incluir el pescado en los sistemas alimentarios, en lugar de favorecer el agotamiento de las pesquerías, promovería una pesca y acuicultura que tendrían en cuenta sus valores nutricionales y unos patrones de pesca más sostenibles. En el estudio han participado diferentes instituciones internacionales y se ha publicado en la revista científica Ambio.

¿Qué papel tiene el pescado en la seguridad alimentaria y medioambiental?

El pescado es un alimento de origen animal, rico en nutrientes, ácidos grasos como el omega-3 y proteínas animales. Proporciona el 17% de la proteína animal y el 7% del total de proteínas consumidas en el mundo, según la FAO.

El consumo de pescado tiene múltiples beneficios para la salud. Refuerza el desarrollo cognitivo, reduce el retraso en el crecimiento infantil, fortalece el sistema inmunológico y reduce las enfermedades cardiovasculares, según un estudio realizado por la organización internacional WorldFish.

Además, para las poblaciones económicamente vulnerables, el pescado es más asequible y accesible que otros alimentos de origen animal, como la carne roja, según apuntan los investigadores. Nueve países subdesarrollados del hemisferio sur obtienen al menos la mitad de su proteína animal del pescado.

Hoy en día el coste monetario de la comida no es el único problema alimentario. También lo es el impacto medioambiental que ocasiona la producción alimentaria como el uso de la tierra o la emisión de gases de efecto invernadero. Las dietas basadas en el consumo de pescado tienen un menor impacto medioambiental, según confirma un estudio de la Universidad de Virginia.

 

De qué se olvidan las políticas alimentarias actuales

La producción y la gestión de la pesca no son partes clave en las políticas mundiales para luchar contra el hambre y promover la seguridad alimentaria, según los investigadores.

Tampoco lo son en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. En concreto, el segundo objetivo, conocido como “hambre cero”, no menciona ni la pesca ni la acuicultura, ni ofrece una orientación específica para los sistemas de producción de pescado. El objetivo número dos de desarrollo sostenible, en la teoría, tiene como fin definir las metas de los sistemas agrícolas que deben impulsar las reformas políticas y la financiación de cara a 2030.

La pesca y la acuicultura tampoco se encuentran entre las prioridades de financiación del Banco Mundial ni se consideran en el Informe de Nutrición Mundial (un mecanismo de seguimiento de los compromisos de nutrición global asumidos por 100 instituciones y asociaciones).

Cómo llegar a un consumo de pescado sostenible

La sobrepesca es un grave problema de alcance global. Según la FAO, un tercio de las poblaciones de peces del mundo están sobreexplotadas. Los autores del informe proponen cuatro acciones necesarias para promover políticas que impulsen una mejora en la seguridad alimentaria y aseguren una gestión sostenible de la pesca.

  • En primer lugar, se debe reconocer la contribución del pescado a la seguridad alimentaria y nutricional.  Esto fomentaría políticas y prioridades de inversión más amplias para el sector. También facilitaría la comprensión de las conexiones entre la producción y distribución de pescado y su entorno (cuarta acción).
  • En segundo lugar, recomiendan priorizar los valores nutricionales del pescado, en lugar de los económicos, para lograr una gestión sostenible. Tener en cuenta a las poblaciones de pescado ricas en nutrientes diversificaría la producción pesquera sin aumentar la presión sobre las poblaciones existentes.
  • Por otro lado, señalan la necesidad de controlar la distribución del pescado. El pescado es uno de los alimentos más comercializados del mundo pero existe poca información sobre su distribución, que está vinculada a la seguridad alimentaria y nutricional.
  • Además, se deben fomentar unas condiciones más equitativas para la pesca a pequeña escala. Los investigadores también apuntan que es imprescindible reconocer el papel de las mujeres en el sector.

Según el informe, los actores e instituciones internacionales tienen la responsabilidad de reconocer la contribución del pescado en la seguridad alimentaria. No sólo por su valor nutricional, sino también para fomentar un consumo sostenible ante las crecientes amenazas que el cambio climático genera en la seguridad alimentaria mundial.

REFERENCIAS

Recognize fish as food in policy discourse and development funding 

The environmental cost of subsistence: Optimizing diets to minimize footprints