Este es el relato de mi viaje en bici al Mar Menor, una bomba de relojería ecológica

A lo largo del trayecto he entrevistado a geólogos, químicos, ecologistas, submarinitas y vecinos, expertos y testigos de un suceso que parecía realismo mágico: la mortandad de miles de peces al mismo tiempo, escapando del agua tóxica de un mar que, créanme, no hace mucho fue un paraíso.

Mi ruta en bici empieza en el Mar Menor oeste. Me gusta recorrer en BTT lugares en el punto de mira, y a finales de agosto de 2021 el Mar Menor era la estrella mediática.

En esos días la laguna apareció en todos los medios de comunicación españoles. Incluso cruzó fronteras. La BBC, el New York Times y la agencia Reuters publicaron fotografías de miles de peces muertos que los vecinos recogían con cubos en la playa de La Manga. Parecía una de las plagas de Egipto que relata el Éxodo. De hecho, la llegada de peces muertos se mantuvo incesante durante más de cuatro días.

Alguna vez he leído que la invasión de ranas que salían por miles del Nilo, la segunda plaga enviada por el Dios hebreo, pudo tener como base del relato la intoxicación de las aguas (ya fuera debido a las cenizas, a las algas o los materiales ferrosos del río). De lo que no hay duda es de que la intoxicación de las aguas explica la crisis de los peces muertos del Mar Menor. Si hoy no tuviéramos a mano la ciencia, estaríamos ante una plaga divina con todas las de la ley.

La muerte de los peces fue profundamente agónica. Lubinas, doradas, anguilas, cangrejos, mújoles, peces mula, escapaban de las aguas sin oxígeno, y saltaban a la orilla cientos de ellos a un tiempo, boqueando, queriendo respirar del aire. No era la primera vez, el Mar Menor había vivido una crisis similar en 2019, el verano anterior a la pandemia. Pero las razones del estallido vienen de mucho más atrás.

Pronto llegó la explicación de la mortandad, no solo de peces, también de miles de pequeños crustáceos. Reconozco que cuando leí la noticia no tenía ni idea de que estaba ante un problema ecológico de los que tienen tanta magnitud que dan ganas de pasar página y ponerse una peli de espías. El caso Mar Menor no es único, y está entre las principales preocupaciones ecológicas en Europa y el mundo. Su dimensión es algo que fui descubriendo poco a poco.

La RUTA del 1,2,3…

“¿Vas a La Manga del Mar Menor? De Torrevieja a La Manga es la ruta del 1,2,3”, me comenta José Serrano, compañero ocasional de trabajo, murciano de Cartagena y profesor de la UPCT con un master en Ingeniería Ambiental.

El 1,2,3… Responda otra vez no le dice nada a quien no sea español de más de 40 años, pero para los que reúnen ambas condiciones fue el programa de la TV que definió a la clase media de los años 1970 y 1980. En el 1,2,3 había azafatas guapísimas (alguna llegó a ser estrella de Almodóvar) y, sobre todo, era posible conseguir grandes premios. El mayor de ellos, el “premiazo” era: ¡Un apartamento en La Manga del Mar Menor!

España vivía el boom del turismo de clase media, aupado por un auge económico discreto, que convirtió la costa española en un sueño posible para todos. “Vamos a la playa, oh, oh, oh, oh, oh”, cantaba un dúo italiano, y fuimos a la playa todos.

La Costa Cálida atrajo a las famosas “suecas en topless” a un España en la que las mujeres aún tenían el recato como santo y seña, y no fue diferente a la mayor parte de la costa española. Se urbanizó a lo grande, de principio a fin.

En poco tiempo, las casitas de sus pobladores, que vivían de la pesca y el marisqueo fueron engullidas, y los veraneantes de la capital llegaron por miles a comprar sus segundas residencias, apiladas en un destrozo urbanístico que aunque parezca increíble, no cesa.

Hoy su población en invierno apenas alcanza los 18.000 habitantes, es un lugar fantasma, pero sobrepasa los 200.000 en los meses de julio y agosto. Esta condición bipolar hace que no exista una masa crítica de personas que sienta que el Mar Menor es suyo. Así que las protestas tienen poca voz.

Km. 0, Bahía Bella, Mar Menor

Desde Bahía Bella, en el extremo Oeste del Mar menor, arranca un camino de apenas tres kilómetros que cruza un área protegida de la Red Natura 2000, es un humedal. El agua que brota del subsuelo dificulta la rodada.

Inicio mi ruta en bici pedaleando sobre el acuífero que está en la picota de todas las noticias, el ACC, acuífero Cuaternario, le llaman. La sensación es contradictoria. En la orilla del mar hay flamencos, y el humedal está lleno de aves, cruzo una pequeña zona deshabitada, libre de hormigón, donde aún crecen las especies propias del bosque mediterráneo, y huele a tomillo y cantueso. Sin embargo, me salpica en los pies el agua subterránea de una bomba ecológica que aflora. El acuífero Cuaternario ha sido declarado en riesgo químico. Sus aguas tienen elevadísimos niveles de nitratos que llegan al Mar Menor.

Al final, el planeta es algo parecido a un cuerpo humano, un sistema biológico, y al Mar Menor le ha estado ocurriendo lo mismo que a aquel opositor ruso a quien envenenaron poco a poco, con pequeñas dosis de novichok.

El novichok es una potente neurotoxina desarrollada en la Unión Soviética y en Rusia en los años 80 y 90, y a Alexei Navalny, disidente, le fueron administrando, al descuido (hábito muy de mafias), pequeñas dosis del neurotóxico que fue dañando progresivamente su piel, su sistema digestivo, su corazón, sus pulmones y finalmente su cerebro. Los espías rusos son tremendamente retorcidos. El Mar Menor ha estado y está permanentemente recibiendo dosis de un veneno ecológico que ha ido dañando todo su sistema orgánico, son los famosos nitratos con los que se abonan las tierras de cultivo y los que resultan de los purines de las granjas de cerdos que rodean la laguna. Esos nitratos no llegaron ayer, ni días antes de la plaga de peces muertos. Los nitratos llevan décadas infiltrándose en la tierra, como ponzoña.

El acuífero en riesgo químico

-“¿Sabes a qué velocidad se mueve una gota de agua en el subsuelo?”, me pregunta José Luis García Aróstegui, hidrogeólogo, titular del Instituto Geológico y Minero de España IGME-CSIC y profesor Asociado del departamento de Ecología e Hidrología de la Universidad de Murcia.

Jamás me habría preguntado a qué velocidad viaja una gota de agua tierra abajo. Así que le contesto que no, que no podría dar una cifra aproximada.

-“Un metro al día, una velocidad muy lenta”, responde.

Aróstegui conoce al dedillo los acuíferos que hay bajo los campos de Cartagena (son más de uno, que las perforaciones han comunicado), y tiene datos del Cuaternario desde hace más de un siglo.

“Para que te hagas una idea, el agua del acuífero que atraviesa hoy el humedal de El Carmolí lleva del orden de 200 miligramos de nitratos por litro, incluso después de cruzar el humedal, que debería servir para filtrar parte de esos nitratos”. Las leyes europeas exigen no superar 50 miligramos de nitratos por litro, así que el agua bajo mis pies tiene tres veces más nitratos de lo que se consideraría no toxica.

Desde donde estoy, el agua del acuífero aflora y llega al Mar Menor. Es posible seguir su cauce con la mirada donde se mezcla con el agua salada, a pocos metros de la familia de flamencos, bellísimamente rosas, que salen volando en cuanto me intuyen.

Flamencos en la orilla del Mar Menor

Flamencos en la orilla del Mar Menor

El mar que escondía un tesoro

Los afortunados del 1,2,3 que conseguían su apartamento en La Manga no sabían dónde llegaban. A las niñas y niños de entonces nunca nos hablaron de clima, ni de océanos, y a los de Madrid nos daban asco las algas y los peces.

Yo, que soy de la capital, veraneé una vez en el Mar Menor. ¿Quién no? Recuerdo que una noche, mientras mis padres bailaban boleros con la música de la orquesta de un hotel, les pregunté por qué había mar a un lado y al otro de la carretera central que recorre La Manga. No supieron contestarme. No teníamos ni idea de donde estábamos. Había sol, había playa, y había buffet libre con cinco postres para una población que había pasado mucha hambre de postguerra. No tenían ni idea de que estábamos sobre un paraíso ecológico.

El Mar Menor es, con sus 170 kilómetros cuadrados, la mayor laguna litoral de agua salada de Europa. En la laguna hay cinco islas de origen volcánico, y su concentración de sal es extraordinariamente alta, o lo era. La salinidad extrema era un de sus principales salvaguardas.

La alta concentración de sal es la principal característica de la laguna, y una de sus defensas naturales más importantes

En un control del agua de la laguna de 2020, publicado en la web oficial Canal Mar Menor, constaban que la salinidad del Mar Menor sigue bajando, hasta estabilizarse en una proporción equivalente a la del agua del Mediterráneo: 38,09 gramos por litro. Esto es una pésima noticia, porque la alta concentración de sal es precisamente la principal característica de la laguna, y una de sus defensas naturales más importantes. Antes de la apertura del canal del Estacio, hace más de cuatro décadas, sus aguas contenían hasta 70 gramos de sal por litro, concentración que en las décadas posteriores bajó a 50.

En su origen, el Mar Menor era una bahía abierta al Mediterráneo, pero el arrastre de sedimentos del Segura (entre otras cosas) hizo surgir esa estrecha franja de arena de 24 kilómetros de longitud y de entre 100 y 1200 metros de anchura que lo aisló del Mediterráneo y lo convirtió en un lugar excepcional en el planeta. Sobre esa lengua de tierra, que contiene un mar, bailaban boleros mis padres.

El Mar Menor era, hace solo unas décadas, el espacio con mayor población de caballitos de mar del mundo. Esto no puede parecerle a nadie poca cosa. Los caballitos de mar son seres extraordinarios, peces que apenas pueden nadar y se desplazan en vertical. Zeus no tuvo que pensar mucho para elegir quien tiraría de su carro por los océanos.

Poquísima gente ha visto caballitos de mar en su hábitat natural, a no ser que pasara su infancia en el Mar Menor. Ramón Pagán es uno de esos privilegiados.

SOS Mar Menor

SOS Mar Menor

Pancarta de SOS Mar Menor en una vivienda de una localidad de El Mar Menor

Ramón forma parte de una de las plataformas de ciudadanos más activas en la región de Murcia, SOS Mar Menor:

– “Había tantos caballitos de mar que los niños los cogíamos en cubos. Quizá el mejor regalo que me hizo mi padre cuando era un crío fueron unas gafas de buceo. Me pasaba los días viendo la vida, los caballitos de mar, los peces, los cangrejos. Era un mar transparente, cristalino”.

El Mar Menor tenía una trasparencia única en el mundo, fruto de sus aguas sin apenas nutrientes. Esa condición permitía otra rareza que afortunadamente no supe de niña, y es que en sus fondos, ancladas en la arena, vivía una enorme colonia de algas microscópicas propias de los ríos y los lagos limpios, los fitobentos, encargados de eliminar los pocos nutrientes que llegaban al Mar Menor. Esta colonia de micro algas amables ya no existe. En 2016 el 80% murió, y se pudrió en el fondo del mar, cuando empezaron a llegar contaminantes del turismo masivo,  nitratos por toneladas, salmueras procedentes de desalobradoras…  y se activó la bomba ecológica, tic, tac. Desde que murieron los fitobentos, el agua no ha vuelto a ser cristalina. Sin ellos, ¿Quién se come los nutrientes que llegan al mar?

“Lo que está ocurriendo en el Mar Menor es exactamente lo mismo que ocurrió en Salton Sea, una laguna que brotó por casualidad en el sur de California”

Ramón Pagán es químico industrial de formación, y conoce la evolución del Mar Menor al dedillo. Denuncia en todos los foros que su mar está hecho polvo, que lleva décadas soportando demasiado castigo. “Lo que está ocurriendo en el Mar Menor es exactamente lo mismo que ocurrió en Salton Sea, una laguna que brotó por casualidad en el sur de California” me cuenta.

El lago en el que veraneaba Frank Sinatra

Salton Sea nació de un error.  En 1905 se produjo una enorme crecida del río Colorado y los ingenieros que trataban de enmendar el cauce tuvieron un monumental error de cálculo que hizo que el agua sobrante terminara encajonada en medio del desierto de California. Lo extraordinario es que esa laguna salobre se convirtió en un paraíso para las aves, y para un turismo de lujo que exhibía la foto del día en que Frank Sinatra visitó la laguna, para darse caché.

Pero el espejismo duró poco. En solo unas décadas, los nitratos procedentes de los campos de cultivo cercanos llegaron a las aguas de Salton Sea y lo asfixiaron. Murieron millones de peces y desaparecieron los dólares que ingresa el turismo. Si al Mar Menor le espera la misma suerte, algo así ocurrirá no solo en La Manga, también en Lo Pagán, La Ribera, Los Alcázares, Los Nietos, Los Urrutias, y en todas esas localidades que miran al mar.

Salton Sea y el Mar Menor no son excepciones. La Comisión Europea advierte que «El exceso de fertilizantes de la industria agroalimentaria daña la salud humana y los ecosistema”. La Comisión exige cumplir la normativa que dictó en 1991, y pone por escrito, sin sonrojo, que Alemania, Bélgica, Chequia, Dinamarca, España, Finlandia, Hungría, Letonia, Luxemburgo, Malta, los Países Bajos y Polonia “se enfrentan a los mayores retos en la lucha contra la contaminación por nutrientes procedente de la agricultura”. Esto significa, quitándole retórica, que los subsuelos de todos esos países esconden bombas de nitratos incontenibles, que la industria agroalimentaria no cumple la ley y, en muchos casos, no pagan las multas. En Bulgaria, Chipre, Estonia, Francia, Italia, Portugal y Rumanía, añada la Comisión Europea, también hay zonas críticas en las que debe disminuir con urgencia la contaminación. ¿Se salva alguien?

Nitatros: ¿Pero cómo hemos llegado a esto? 

En España estamos acostumbrados a los invernaderos de plástico. Almería gana ahí todas las medallas, pero Cartagena no se queda corta. Desde la carretera, un cartel indica un desvío a Los infiernos, estoy cruzando, uno tras otro, campos de cultivo, e invernaderos de plástico.

Cartel a Los inviernos junto a los campos de cultivo de Cartagena.

Desvío a Los infiernos, junto a los campos de cultivo de Cartagena.

 

El denominado «Índice de desperdicios de alimentos 2021» expone que hubo 931 millones de toneladas de alimentos desperdiciados en un año en el mundo.

La industria agroalimentaria, la madre nodriza capaz de alimentar a siete mil millones de habitantes echando mano de la tierra, la industria que produce brócoli y lechugas para un mundo que engulle y desperdicia, es la industria señalada. No solo hay que producir lo que comemos, también lo que tiramos.

El denominado «Índice de desperdicios de alimentos 2021» expone una cifra casi aterradora: en el año 2019, hubo 931 millones de toneladas de alimentos desperdiciados. Esto sugiere que el 17% de la producción total de alimentos en el mundo fue a parar a la basura. Para sostener esta dinámica, la tierra por sí sola no da abasto, y hay que “¡supervitaminarla y mineralizarla!”. Los fertilizantes son el maná. La industria alimentaria de todo el mundo abona las tierras de cultivo con fertilizantes compuestos de nitratos. En el campo de Cartagena no iba a ser distinto.

A Murcia le llaman La Huerta de Europa, y el honor se lo debe en gran medida a los cultivos del campo de Cartagena.

Además de crecer y crecer los campos de cultivo, la zona empezó a llenarse de cerdos, y no es un insulto fácil. En los últimos siete años los datos oficiales dicen que hay 331.000 cerdos más en la región.

Durante los últimos meses, una investigación conjunta de elDiario.es, la entidad europea Lighthouse ReportsLa Marea y The Guardian ha investigado la relación de la cría intensiva de cerdos con el desastre del Mar Menor. Las granjas industriales de cerdos producen, por cada animal y año, alrededor de dos metros cúbicos de purines, una mezcla de heces, orina y restos de comida con una concentración de nitrógeno 40 veces superior a la de las aguas residuales.

Pero antes de entrar en los efectos secundarios de los nitratos, no quiero pasar por alto la guerra por el agua.

Las salmueras y los caballitos de mar

Hace un siglo que despertó la agricultura en la región. Y ya entonces no solo sembraban melones de secano. A principios del siglo pasado las primeras empresas agrícolas descubrieron que a poca profundad bajo sus tierras había agua, agua en abundancia. Con perforaciones a apenas cinco metros. Pinchaban el acuífero Cuaternario y brotaba el manantial como petróleo.

Pero el Cuaternario, esa bolsa subterránea no era agua limpia. José María González Aróstegui vuelve a llevarme al interior de la Tierra.

“En el año 1961 el acuífero Cuaternario estaba por debajo del nivel del mar”, me dice.

Aróstegui me muestra este gráfico en 3D del acuífero. Para entenderlo, la zona en color rojo muestra la parte del acuífero que está por debajo del nivel de las aguas del Mar Menor.

 

Recreación en 3D de los niveles del acuífero Cuaternario de Cartagena en 1961

Recreación en 3D de los niveles del acuífero Cuaternario de Cartagena en 1961. Las zonas en rojo están por debajo del nivel del mar, por lo que el agua del mar entra en el acuífero y convierte sus aguas en salobres.

-¿Y esto qué significa?

– “Significa que en los años 1960 el Mar Menor entraba en el acuífero, y esto hacía que el agua del Cuaternario fuera salobre, salada, de muy poca calidad para los cultivos”.

Al rescate del problema legaron las desalobradoras, la tecnología que iba a acabar con la sed en el mundo

Las desalobradoras aparecieron como un avance tecnológico que prometía acabar con la escasez de agua incluso en el desierto. El mundo se llenó de desalaboradoras, y Murcia no fue menos. Un comisario de aguas declaró que podría haber hasta 900 plantas desalobradoras en todo el Campo de Cartagena que extraían agua del subsuelo, de ese Cuaternario salobre, y funcionaban gracias a una tupida red de canalizaciones subterráneas que desembocan… ¿Dónde? No podría ser en otro lugar: el Mar Menor.

El mundo llegó a contar con cerca de 16.000 plantas de desalinización, sobre todo en Oriente Medio y el norte de África, que aportan agua dulce pero también descargan 142 millones de metros cúbicos diarios de salmuera tóxica (agua con una concentración de sal superior al 5% disuelta) a los mares, lo que supone un 50% más de lo que se creía inicialmente. Se podría cubrir media España bajo 30,5 centímetros de salmuera durante un año con lo que escupían las desalobradoras.

La legislación exigía controlar la salmuera, incluso se emprendió la construcción de una red de salmueroductos que captasen el retorno de riego del campo de Cartagena y dirigiera ese agua a la desalobradora del Mojón (San Pedro del Pinatar), para “lavarla” de sales y retornarla sin mácula al sistema de riego. Pero esa planta nunca llegó a funcionar, porque la tubería que se hizo para el bombeo hacia el mojón se construyó mal. “Cada vez que le metes presión revienta. Esa tubería está inservible”, explica Santiago Pérez Blaya, agricultor síndico de Comunidad de Regantes del Campo de Cartagena (CRCC).

Así que la salmuera llegó al mediterráneo por toneladas. Fue por entonces cuando desaparecieron los caballitos de mar.

Las desalobradoras se prohibieron, pero no se precintaron. Aún en marzo de 2021 la operación Chancuatro de la Guardia Civil cerró hasta 90 instalaciones ilegales, con maquinaria escondida en zulos, pozos encubiertos, y redes de tuberías como una maraña subterránea por la que circulaba la salmuera sin fronteras. Una trama ilegal de aguas sucias.

Sin las desalobradoras, la extensión de cultivos de Cartagena se iba al garete, y además el acuífero no soportaba la explotación, se secaba, no había agua para mantener los cultivos.

La industria agroalimentaria en Murcia ya entonces había cogido músculo. Formaron la Comunidad de Regantes en la década de 1950 (hoy con un peso político en la región enormemente cuestionado), y pidieron traer agua de fuera: un trasvase de caudal del río Tajo al Segura. Se hizo.

El trasvase en medio del conflicto

El trasvase Tajo-Segura es una de las mayores obras hidráulicas de ingeniería realizadas en España. Hay que imaginarse lo que significa agujerear 286 kilómetros de tierra para introducir una enorme tubería de río a río. Eran los años 1970, en pleno éxito del 1,2,3… Responda otra vez que incorporó preguntas sobre el trasvase a sus concursantes.

Mediante este trasvase, se deriva agua del río Tajo desde los embalses de Entrepeñas (Guadalajara) y Buendía (Cuenca) al río con el nombre más bonito que conozco, el río Mundo, afluente del Segura. El río Mundo nace del interior de una cueva que en primavera expele el agua a chorros formando una cascada, un auténtico parto geológico.

El trasvase llevó en 1979 las primeras aguas desde la vertiente atlántica de la Península al Levante español. ¡Agua!

«Del trasvase llegan 70 hectómetros cúbicos de agua al año, la tercera parte del agua que se utiliza en riego procede del trasvase»

En aquel año, el gobierno español anunció la puesta en funcionamiento de 338.000 nuevas hectáreas de regadíos. No hace falta explicar que la huerta empezó a crecer y crecer y crecer hasta las 60.000 hectáreas de cultivo actuales en la región de Murcia. “Más o menos 40.000 en Cartagena. Del trasvase llegan 70 hectómetros cúbicos al año, la tercera parte del agua que se utiliza en riego procede del trasvase”, me dice José Luis García Aróstegui, y me enseña gráficos con datos de hace casi un siglo, en los que detalla cómo le ha ido a los acuíferos en todo este tiempo. “Sin el aporte del agua del Tajo los acuíferos se habrían secado, como vemos que ocurre en otras comunidades”.

Área de los campos de cultivo de los campos de Cartagena,

Área de los campos de cultivo de los campos de Cartagena, en el límite con el Mar Menor

Pero ocurrió algo más con la llegada del agua del trasvase, sin dejar de lado el aporte de la lluvia de las Danas, y fue que el Cuaternario subió su nivel.

El profesor Aróstegui me muestra un nuevo mapa en 3D del Cuaternario, esta vez del año 2018. Ya no hay zonas en rojo, por debajo del nivel del mar. Todo lo contrario. Las aguas del acuífero están ahora por encima de estos niveles.

 

Nivel actual del acuífero de Cartagena

Nivel actual del acuífero Cuaternario de Cartagena.

De nuevo, ¿esto qué significa?

-“Esto significa que ahora no entra agua del mar, al contrario, ahora es el agua del acuífero la que va al Mar Menor”.

Lo estoy viendo con mis propios ojos. El agua del Cuaternario salpica mis pies mientras pedaleo y alcanza a los flamencos en la orilla del mar. Es esa agua declarada en riesgo químico, altamente tóxica, con tanto contenido en nitratos que el ávido fitoplancton está haciendo una fiesta.

La cantidad que llega de nitratos a la laguna es una dosis letal.

¡Melones a 1 euro!

Los campos de Murcia, solo en el año 2019, produjeron 1.825.902 toneladas de hortalizas (habría que sumar a la cifra toneladas de cereales, cítricos, incluso flores).  Casi dos millones de toneladas, señoras y señores, al año.

Lechugas, pimientos, brócolis y tomates, el producto estrella, mayoritariamente se venden en Europa, el 60% de los tomates murcianos viajan a Inglaterra. Pero hasta allí no los lleva una empresa murciana, ni siquiera española. La alemana Lidl, y la francesa Carrefur, son dos de entre los 12 titanes que compran barato en la huerta murciana, muy barato, pero enormes cantidades.  Alimentar a Saturno exige no una, ni dos, ni tres, exige hasta cuatro cosechas al año, y a veces más.

El buen clima mediterráneo y el generoso sol, lo hacen posible. Agua hay mientras el trasvase aguante. Pero la tierra por sí sola no da para tanto. La industria química argumenta que los fertilizantes son imprescindibles para poder alimentar a una población mundial ingente que desayuna, merienda y cena.

Y así es cómo los fertilizantes nitrogenados llevan décadas cubriendo los campos de Cartagena. El agua del riego se filtra lenta pero inexorablemente, a la susurrante velocidad de una gota, con los nitratos a bordo. Y cuando llegan las Danas, las grandes lluvias, todo se complica. Torrentes de agua mal canalizada arrasan la superficie de suelo y se lleva lodos y nutrientes al corazón del mar. Con las Danas, el aporte de contaminantes se multiplica en poco tiempo, de ahí que las grandes crisis del mar se hayan asociado a episodios de lluvias torrenciales. Los nitratos llegan por arriba y por abajo, a lo bestia y permanentemente.

Los nitratos son el primer eslabón de un efecto mariposa que termina con los peces muertos en la playa.

Km. 10. El Carmolí

El Carmolí no tiene nada que ver con la masificación turística de La Manga, es casi un reservorio de casas bajas. Hay niñas y niños jugando en la playa, y gente bañándose sin que parezca que las noticias de los peces muertos hayan despertado ningún miedo.

Niños jugando en la playa del Mar Menor

Niños jugando en la playa del Mar Menor oeste.

Durante algunos años de mi vida he sido submarinistas (aún lo soy de forma ocasional), y he visto las praderas de posidonia (en grave peligro desaparecer), que aun florecen en el Mediterráneo. Pero no todo el mundo sabe que debajo del mar hay plantas, plantas que necesitan la luz del sol para crecer y florecer, igual que las lechugas o el brocoli. Y, del mismo modo que los nitratos favorecen el crecimiento del brocoli, favorecen el de las plantas del mar.

Ramón Pagán lo explica casi de carrerilla: “Con el aporte de nitratos, no solo se multiplican las plantas del fondo, también tiene un desarrollo brutal el fitoplancton, esa colonia de algas microscópicas que vive en las aguas someras”.

Hasta aquí todo parece bueno. Alimento para las plantas del mar.

El proceso, que se ha repetido en numerosas ocasiones desde hace décadas, se llama eutrofización, que deriva del griego y significa ‘bien nutrido’:

Los nitratos son nutrientes, y con el aporte extra, las algas y plantas submarinas se super alimentan y crecen en  número. Después, por un proceso natural, mueren y, cuando mueren, se pudren en el lecho marino. Cuando algo se pudre es porque han entrado en acción bacterias anaeróbicas, es decir, bacterias que utilizan el oxígeno de su alrededor para realizar su tarea. El resultado es un lecho marino podrido, literalmente, en el que han actuado tantas bacterias en la descomposición que se han chupado casi todo el oxígeno.

Así que en los primeros metros en la profundidad del Mar Menor el oxígeno escasea, y todas las especies que viven en los fondos van muriendo lentamente. Entre ellas, los fitobentos, que eran tan necesarios para el equilibrio del sistema.

Un menú abundante en nutrientes hace que, del mismo modo, el fitoplancton aumente y su característico color verde, que le da la clorofila, enturbia las aguas: esta lista la Sopa verde del mar

Sin fitobentos y con cada vez menos plantas submarinas, hay más nutrientes disponibles en el agua. Entonces engorda un colectivo supernumerario, el fitoplancton, que se reproduce mejor con las buenas temperaturas del verano. El fitoplancton también está formado por microalgas, pero estas viven en la columna del agua, algo más arriba de los fondos. Un menú abundante en nutrientes hace que, del mismo modo, el fitoplancton aumente y su característico color verde, que le da la clorofila, enturbia las aguas, esta es la Sopa verde del mar.

Submarinista en las aguas turbias del Mar Menor

La imagen pertenece a un vídeo grabado en 2016 por la Asociación de Naturalistas del Sudeste  ANSE

Cuando el fitoplancton ha crecido tanto, y el agua está tan verde, los rayos del sol no llegan a la profundidad del mar, con lo que las pocas plantas submarinas que aún resisten, al no recibir la luz del sol, no pueden hacer la fotosíntesis y mueren. Más cadáveres en el fondo, más putrefacción.

Este ciclo se produce en el Mar Menor desde hace años. Así fue como desaparecieron los fitobentos anclados al fondo marino (el aporte de la salmuera también ayudó), dejando más nutrientes a disposición del fitoplancton, hoy por hoy, los únicos comensales a la mesa de los nitratos.

La escasez de oxígeno en los primeros metros es una característica general en toda la laguna. Los peces que sobreviven lo hacen por encima de esos metros tóxicos. Pero ocurre que, en algunos momentos, en puntos concretos, favorecidas por el viento, las aguas más profundas, tóxicas, asciende, suben como en una burbuja hasta la superficie, y los peces que viven en aguas someras ya no tienen refugio.

El 16 de agosto, en 210 hectáreas de superficie (la laguna tiene 17.000) las reservas de O2 habían descendido por debajo de 0,36 mg/l

Los peces muertos de finales de agosto aparecieron en las playas de la cubeta sur del mar Menor. En 210 hectáreas de superficie (la laguna tiene 17.000) las reservas de O2 habían descendido por debajo de 0,36 mg/l. El Mar Menor es una bomba de relojería, porque todo en él está en esa línea crítica. En cualquier momento, principalmente después de los meses de verano, en cualquier lugar de la laguna puede producirse el mismo fenómeno.

La eutrofización es el proceso de intoxicación más importante de las aguas en lagos, balsas, ríos y embalses de todo el mundo, y el exceso de nutrientes que lo origina procede, mayoritariamente, de la actividad humana.

La filtradoras del agua que aniquilamos

“Yo soy vasco, y te aseguro que si esto pasa en el País Vasco arde Troya”

Natxo Larrea tiene una escuela de buceo en el Mar Menor, Más Mar. Las inmersiones las hacen en Cabo de Palos, en el Mediterráneo, uno de los puntos que más submarinistas atraen en la península. Larrea lo primero que me dice es que esto pasa aquí porque es Murcia. “Yo soy Vasco, y te aseguro que si esto pasa en el País Vasco arde Troya”.

Natxo Larrea me dice que si los caballitos de mar aún vivieran en la laguna, “el Mar Menor sería un punto de interés enorme para submarinistas de todo el mundo, y eso deja muchísimo dinero, además, es un tipo de turismo que por regla general cuida el medioambiente”.

Pero, además de hablar de los caballitos, Larrea menciona las medusas. “Hace años que no se ven medusas en el Mar Menor. Las medusas son filtrantes, y a lo mejor eran las que estaban dando un poco de equilibrio al Mar Menor en las épocas estivales. Pero han desaparecido”.

Las medusas fueron una solución durante un tiempo. Ellas se encargaron de comerse gran parte del exceso de nutrientes de la laguna. Campaban a sus anchas en un Mar Menor calentito e hiper nutrido de fitoplancton que ellas devoran. Esos extraordinarios seres sin cerebro llevan en la tierra desde antes de que existieran los dinosaurios, y cumplen un papel fundamental en los mares y océanos del mundo. Sin ellas, serían una sopa verde de zooplancton. Pero ocurrió que la invasión de medusas en el Mar Menor espantaba el turismo. El veraneo se iba al traste si las playas estaban inundadas de medusas.

Así que en esto Murcia reaccionó. Ya entonces se hicieron mediciones, y las cifras de nutrientes en el agua se disparaban, lo que indudablemente multiplicaba a las medusas. No pensaron cómo reducir nutrientes y fitoplancton, le declararon la guerra a las incómodas reinas de la gelatina.

Se instalaron 42 km de redes de hilo Nylon en una extensión de 100.00 metros cuadrados para impedirles la entrada por el canal del Estacio, la gola con más comunicación entre el Mar Menor y el Mediterráneo.  La Consejería de Agricultura y Agua puso en marcha un operativo de pesca compuesto por 12 embarcaciones de la Cofradía de Pescadores de San Pedro del Pinatar y el barco nodriza Biomur para la caza de medusas. Llegaron a recoger 150 toneladas de las especies ‘Cotylorhiza Tuberculata’, conocida como ‘huevo frito’, que es la más abundante, y de la ‘Rhizostoma Pulmo’, la medusa’blanca’. Y debieron acabar con ellas, porque ya no hay ni una en el Mar Menor. Lo que no pensaron es que sin medusas, la Sopa verdew

Llegada a La Manga del Mar Menor. ¿Cómo solucionamos esto?

He llegado a la gola de Marchamalo, una de las aberturas que comunica el Mar Menor con el Mediterráneo. Más o menos aquí comienza la línea de La Manga del Mar Menor. La temporada alta de turismo ya ha terminado. Los nacionales han regresado al trabajo, pero han llegado los extranjeros, fundamentalmente ingleses y alemanes que eligen el buen clima mediterráneo de septiembre. A lo largo del camino, he visto a algunas personas bañándose en el Mar Menor. He preguntado qué pensaban de la crisis de los peces muertos. Uno de ellos, inglés, no sabía de qué le hablaba. Otro, un camarero de un barecito con terraza, apuntó lo importante: “Menos mal que ha sido justo al terminar el verano. Hemos salvado la temporada”.

En busca de si hay solución a la crisis del Mar Menor, pregunto a los expertos que me han guiado en este reportaje.

Ramón Pagán lo tiene clarísimo: “Terminar con los aportes ilegales de nutrientes en forma de fertilizantes a la laguna, es de cajón”.

Ramón Pagán encabeza, desde SOS Mediterráneo, y en conjunto con otras asociaciones hermanas, las denuncias interpuestas a la industria alimentaria por saltarse los límites de nitratos que impone la ley europea. Los grupos ecologistas ANSE y WWF también apuntan como causante de la masacre a “un desarrollo agrícola y urbanístico desaforado y a la inacción de los responsables políticos”.

A partir de ahora, tras el bombazo de finales de agosto, el gobierno de Murcia anuncia que sancionará con hasta 50.000 euros el uso de fertilizantes con nitratos no solo en la franja de 1.500 metros que rodea el Mar Menor, y la prohibición se amplía a la zona 1, que abarca 11.000 hectáreas, durante los dos próximos años o hasta que se habiliten las infraestructuras necesarias para encauzar el agua de las ramblas. La Confederación Hidrográfica del Segura (CHS) ha abierto expedientes sancionadores sobre medio millar de las 8.500 hectáreas de regadío ilegal detectadas en el entorno del Mar Menor.

Esta vez, con todo el revuelo que se ha organizado, va a estar más difícil que el gobierno regional haga la vista gorda, y que el central mire para otro lado, más aún cuando la Comisión Europa va a estar vigilante. La Comisión acaba de anunciar que actuará para mejorar el cumplimiento de la Directiva sobre nitratos, que es un requisito previo para alcanzar el objetivo del Pacto Verde Europeo de reducir las pérdidas de nutrientes en al menos un 50 % de aquí a 2030.

La Comisión Europea afirma en su último informe que en los lugares donde se han respetado los límites que establece la ley se ha apreciado un importante descenso en la contaminación de las aguas circundantes

Así que es posible que los fertilizantes a partir de ahora se limiten, que al menos no rebasen lo legal. La Comisión Europea afirma en su último informe que en los lugares donde se han respetado los límites que establece la ley se ha apreciado un importante descenso en la contaminación de las aguas circundantes.

¿Afectará esto a la industria agroalimentaria? ¿Será posible mantener el nivel de producción que exige Saturno?

Los responsables de la industria alimentaria en Murcia recalcan en cada intervención en los medios de comunicación el aporte al PIB nacional de su trabajo, y el empleo que proporcionan. Aunque se trata del empleo peor pagado en España (solo por encima de los trabajadores de los MacDonals). El salario es tan bajo que cada vez cuesta más encontrar personas que quieran labrar el campo y seguir siendo pobres.

El acuífero en llamas

Pregunto a José Luis García Aróstegui, hidrogeólogo, por su solución. Me lleva de nuevo al interior de la tierra, al acuífero Cuaternario, el acuífero en llamas, que no va a limpiarse fácilmente.

“Estamos obligados a reducir la contaminación por nitratos, pero si queremos recuperar el Mar Menor hay que actuar en la salida, porque lo que ya hay acumulado en el acuífero es de tal calibre que vamos a incidir muy poco en él aunque reduzcamos todo el aporte de nitratos. Es un acuífero tan altamente contaminado en nitratos, con una alta superficie, y la fertilización intensa en la zona lleva mucho tiempo. Así que la dimensión del problema es de tal calibre que podemos reducir todo lo que queramos la agricultura, pero difícilmente vamos a limpiar el acuífero, ni echando agua mineral”.

Por lo que cuenta Aróstegui, el Cuaternario es como una “esponja”, un depósito de agua tóxica que va a continuar vomitando nitratos al Mar Menor durante décadas, quizá cincuenta, quizá 100 años. Sin olvidar que cada gota de agua que llueva arrastrará con ella nitratos disueltos, a su lenta velocidad, hasta el infierno.

Aróstegui propone poner en marcha todas las infraestructuras que deberían existir ya. “Recoger toda el agua de rechazo que viene de los campos de cultivo y desnitrificarla, para que pueda volver al sistema sin nitratos. Establecer sistemas de medición rigurosos, que puedan informarnos de cómo va poco a poco desnitrificándose el agua del sistema, etc. Ahora mismo no hay infraestructura para poder hacer todo esto. Habría que crearla, y eso supone muchísimo dinero”.

Actuar en “la salida” es la base del Proyecto del colector de Vertido Cero al Mar Menor Norte, paralizado por el gobierno central hasta que no pueda asegurarse que los nitratos en origen, al menos los relacionados con las plantaciones ilegales, se han reducido o eliminado. Parece lógico que no quiera emprender una obra de ingeniería colosal, en la que espera gastar 300 millones de euros, si al final el “ingenio” no sirve de nada.

El objeto final del del proyecto es disminuir al máximo el vertido directo al Mar Menor de las aguas procedentes del acuífero cuaternario del Campo de Cartagena y, además, ir limpiándolo. ¿Cómo?: Drenándolo. La obra implica captar estas aguas con estaciones de bombeo, llevarlas hasta la zona de El Mojón en San Pedro del Pinatar y, allí, desnitrificadas y en su caso desalobraras, si éste último proceso se considerare conveniente. Después, volverlas a introducir al sistema y que sirvan para el riego. Así dicho, parece fácil, pero nadie olvida que estamos en un lugar donde hasta ahora nada ha funcionado y, a día de hoy, la Guardia Civil sigue desmantelando tramas de aguas sucias.

Pero Ramón Pagán objeta: “Todas estas soluciones van dirigidas a que ‘Papá Estado’ ponga dinero para que el agua siga llegando a los regantes, y ellos se lavan las manos. Y ‘Papá Estado’ somos todos”.

Aún me quedaba una pregunta para Aróstegui sobre los acuíferos: Si dejara de llegar el agua del trasvase Tajo-Segura a Cartagena, ¿bajaría el nivel del acuífero, tal y como estaba en el año 2016, y dejaría de aportar su carga tóxica al Mar Mediterráneo?

Al fin y al cabo, esta solución solo supone cerrar el grifo. Pero había tocado una pieza sensible.

-«Si quitas el trasvase te cargas la industria agroalimentaria, y eso es un descalabro económico enorme».

Le pido a Aróstegui que se olvide por un momento de la economía, y me responda solo como geólogo.

En sus gráficos, me había mostrado cómo el caudal del Cuaternario había crecido por encima de los niveles del mar por el aporte del trasvase, también, según sus datos, el agua del trasvase solo alimenta 1/3 de la agricultura, así que, en mi cuenta la vieja, parecía que sin trasvase podía mantenerse 2/3 de los cultivos, ¿no?

Aróstegui responde sin olvidar la economía:

-«Sin el trasvase, la agricultura en la zona sería insostenible»

¿Y el acuífero? 

-«El acuífero volvería a su estado natural, el que tenía en los años 1960, pero los nitratos seguirían estando ahí».

Ya (insisto) ¿pero no entraría al mar, no?

-«El acuífero no se va a poner a nivel del mar porque sí, aunque tendería al régimen natural que tenía a principios del siglo XX».

Recojo una declaración de Ángel Pérez Ruzafa, catedrático de ecología de la Universidad de Murcia: “La solución urgente consiste en bajar un metro y medio el nivel del acuífero para frenar la intrusión de agua dulce en el humedal”.

Quise terminar mi ruta por el Mar Menor preguntando a Natxo Larrea, propietario de Más Buceo, sus soluciones.

«La manga norte podría tener un desarrollo socioeconómico importante basado en el buceo y en la navegación de vela. Y sería turismo cuidadoso con el medioambiente, y para todo el año. Junto con otros centros y asociaciones de buceo, hicimos un proyecto para hacer arrecifes artificiales en el entorno de la Isla Grosa, es el Mediterráneo,  a dos kilómetros de La Manga. Esa isla fue refugio de piratas, y tiene un enorme patrimonio subacuático. La idea era hacer un parque arqueológico submarino, con las piezas que se sacaron del agua de viejos naufragios. Del mar sacaron hasta colmillos de elefante que ahora están en el Museo del Agua«.

El museo submarino serviría, según explica Larrea, como arrecife artificial y refugio a los peces.

«Estos arrecifes se convierten pronto en refugio de una enorme cantidad de animales. Esto es lo que se ha hecho en Malta,  donde el buceo se ha convertido en la tercera industria del país. Para mí sería una gran idea abandonar esas macro producciones de cultivos cada vez más insostenibles y convertir la zona en un punto de buceo internacionalmente atractivo. Finalmente se trata de dar trabajo a la gente, generar industria y economía.  Ayer (principios de septiembre) desapareció todo del mundo de esta zona. No queda nadie. Aquí, en invierno, como yo digo, te comen los lobos”.

Lorena Sánchez es redactora jefa de QUO

Lorena Sánchez es redactora jefa de la revista QUO.