Un nuevo estudio sobre aves cantoras arroja luz sobre el poder de la interacción social para facilitar el aprendizaje, una idea que podría aplicarse al desarrollo humano

Los pinzones cebra son pequeñas aves originarias de Australia, conocidas por sus distintivos patrones en blanco y negro y su capacidad para aprender y variar su canto, lo que los convierte en un modelo de estudio en investigaciones sobre el comportamiento y la neurobiología del aprendizaje.

Los investigadores de la Universidad McGill descubrieron que los pinzones cebra privados de experiencias sociales tempranas podían seguir formando fuertes vínculos con una pareja en etapas posteriores de su vida. Una vez en convivencia con un macho, las hembras que nunca antes habían oído una canción de apareamiento podían desarrollar rápidamente una preferencia por su melodía.

Los resultados cuestionan la creencia de que las experiencias tempranas son fundamentales para aprender a preferir una canción.

«Los humanos jóvenes se sintonizan con el idioma que más oyen, lo que dificulta el aprendizaje de un nuevo idioma en la edad adulta porque algunos sonidos son difíciles de distinguir. Del mismo modo, las hembras de pinzón cebra necesitan oír las canciones de su especie cuando son jóvenes para percibirlas correctamente. Sin embargo, nuestro estudio demuestra que las interacciones sociales en etapas posteriores de la vida pueden ayudar a compensar esta experiencia perdida», afirma la autora principal, Sarah Woolley, profesora asociada del Departamento de Biología.

El cortejo del pinzón cebra a vista de pájaro

Los pinzones cebra son pequeños pájaros cantores australianos que suelen formar pareja de por vida. Los machos cantan melodías para atraer a su pareja, mientras que las hembras aprenden qué melodías prefieren escuchando a los adultos.

En sus experimentos, el equipo de McGill captó en vídeo este ritual de cortejo. Dividieron a los pinzones cebra en grupos: aves criadas por su madre sin exposición al canto y aves criadas por ambos progenitores. A cada grupo se le emparejó con un macho o se le alojó con una hembra y sólo escucharon a los machos cantar cerca.

Para comprobar la preferencia por el canto, se dio a las hembras la oportunidad de tirar de cuerdas que activaban distintas canciones de un altavoz; se entendía que cuanto más tiraba una hembra de una cuerda determinada, más fuerte era su afición por esa melodía.

En particular, las hembras sólo desarrollaban afinidad por la canción de su pareja cuando vivían juntas. En cambio, las hembras que sólo escuchaban a los machos no formaban estos vínculos. Según los investigadores, esto sugiere que el tiempo de calidad es crucial para formar vínculos fuertes.

La interacción social directa es clave

«Piense en la diferencia entre charlar por teléfono y pasar tiempo juntos. La interacción social directa permite a los pinzones cebra establecer vínculos más profundos con sus parejas», explica Erin Wall, autora principal y doctoranda del Programa Integrado de Neurociencia. «Las hembras que nunca ven o interactúan directamente con un macho se familiarizan con su voz, pero no desarrollan una preferencia por él. Sólo conocen su canto en el contexto de que corteja a otra persona», explica Wall.

Los pinzones cebra suelen estudiarse porque son criaturas muy sociables con comportamientos de comunicación complejos, lo que los hace ideales para investigar la interacción social y el aprendizaje. Las futuras investigaciones del equipo utilizarán escáneres cerebrales para profundizar en los cambios neuronales asociados a la formación de parejas.

En un mundo cada vez más conectado a Internet, los investigadores afirman que estos hallazgos podrían abrir nuevas vías de investigación sobre el papel de la interacción cara a cara en el aprendizaje y los vínculos sociales.

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