Comprender en profundidad a la persona es el objetivo de la psicobiografía. No busca generalizar o identificar aspectos comunes, sino aproximarse al sujeto particular
Abigail Jareño Gómez, Universidad CEU San Pablo
“No soy malvado, realmente no soy malvado. Aunque las emociones salvajemente crecientes pueden traicionar mi corazón, mi corazón es bueno.”
Esto escribía Beethoven, y esto mismo me decía mi vocecilla interior cuando me animaba a estudiar en profundidad a este genio de la música. Que debía haber mucho más allá de ese perfil de antipático o enfadado que las imágenes representaban.
Mi curiosidad me invitaba a bucear en lo más hondo: en sus emociones, miedos, valores, deseos, necesidades, relaciones, comportamientos… No buscaba una simple descripción, un qué o quién era. Me interesaba el cómo, el porqué y el para qué.
¿Cómo recorrí este camino? A través de lo que llamamos psicobiografía. De acuerdo con un experto en la materia como es McAdams (1988), se podría definir como el uso eficiente de la teoría psicológica, especialmente de la teoría de personalidad, para convertir la vida de un sujeto en una historia coherente e iluminadora.
Comprender en profundidad a la persona es el objetivo de la psicobiografía. No busca generalizar o identificar aspectos comunes, sino aproximarse al sujeto particular. Habitualmente coloca el foco sobre los recursos mentales del individuo, sus características de personalidad y vida emocional, así como su producción, en caso de estudiar la figura de un artista. Por tanto, sí, ¡era exactamente el modo de trabajar que yo necesitaba!
Freud fue el primero en usar lo que hoy conocemos como psicobiografía, aunque sus verdaderos orígenes se remontan a los trabajos de Plutarco (entre los años 45 y 125 d. C.), que puso su atención en políticos e historiadores.
Si bien ha sufrido altos y bajos a lo largo del siglo XX, este método no ha parado de desarrollarse y buscar nuevos caminos.
En la actualidad, en el siglo XXI, se ha observado un claro incremento de publicaciones académicas sobre la psicobiografía. Todd Schultz publicó Handbook of psychobiography, una compilación de capítulos explicativos muy recomendable. George W. Bush and the Redemptive dream: A psychological portrait, Lucy in the mind of Lennon y Creative works of Paulo Coelho: a psychobiography from a Positive Psychology Perspective son solo algunos ejemplos de psicobiografías de los últimos 10 años.
La empatía es la clave
Para realizar una buena psicobiografía el investigador ha de desarrollar una relación empática con su sujeto, una relación que le ayude en la escucha. No obstante, esto no quiere decir que una psicobiografía no sea relativamente objetiva también. Eso sí: siempre debemos estar atentos a adaptarnos al individuo particular que escogimos y no pretender que él encaje en nuestras fases o etapas.
En líneas generales, los pasos a seguir para realizar una psicobiografía serían los siguientes.
- Comenzaríamos con una fase de recolección de información. Esto incluye elegir el sujeto de estudio, un individuo que ni idolatremos ni demonicemos, identificar las fuentes primarias y secundarias, así como estudiar su contexto histórico-cultural-social. En mi investigación beethoveniana conté con numerosísimas fuentes, entre las que destacaría su diario, sus cartas y los cuadernos de conversación durante los años en los que apenas podía escuchar lo que le decían y él pedía que se lo anotaran.
- Una vez que tenemos lo imprescindible llega el momento más complejo, en mi opinión. Consiste, por un lado, en permitir que la propia información nos revele datos significativos, ayudados en ocasiones de criterios de saliencia. Intentar funcionar con una mente en blanco, sin juicio o preconcepciones. Por otra parte, podemos generar preguntas que nos dirijan a los contenidos para tratar de encontrar respuestas. ¿Qué buscaba y necesitaba de los demás? ¿Qué importancia cobraban sus enfermedades? ¿Qué percepción tenía de sí mismo y de su historia? Son algunos de los caminos de indagación que me fueron surgiendo con la extensa lectura sobre Beethoven.
- Llega otro momento abrumador. Toca ordenar y clasificar todos los datos que vamos obteniendo. Es hora de desarrollar estrategias de codificación. Estas estrategias se deciden en función de lo que vamos recopilando, así como también en base a la teoría escogida o a las preguntas concretas que nos habíamos planteado. Rasgos, estilo de apego e identidad narrativa son ejemplos de algunas de las categorías que conformé.Más adelante nos preparamos para decidir cómo presentar o desplegar todo lo obtenido, ya sea en tablas, en cronologías… la creatividad es siempre bien valorada.
- Y, por último, se trata de escribir la psicobiografía como tal, concluir y tratar de darle un cierre coherente e integrador a los resultados. Importante aquí aportar una narrativa correcta y comprensibilidad al discurso. “En la búsqueda de afirmación del genio se encuentran las principales imágenes incorporadas a lo largo de su desarrollo: la familia entendida en términos de responsabilidad, obligación y autoridad, el artista como independiente, pero al servicio de la humanidad, y el hombre como culto y moral con el objetivo del perfeccionamiento”.
No se nos puede olvidar en esta etapa hacer una revisión y balance del proceso que hemos llevado a cabo. Es esencial comprobar que hemos dado respuesta a las cuestiones y que el trabajo ha sido riguroso.
Embarcarse en una psicobiografía necesita de una alta curiosidad por el conocimiento personal de los individuos, gran flexibilidad para adaptarse y apertura a descubrirnos a nosotros por el camino. Porque de esto último ningún psicobiógrafo se libra.
Abigail Jareño Gómez, Profesor de Psicología, Universidad CEU San Pablo
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.