Entrevistamos a Sylvie Pérez y a María González, expertas en psicopedagogía, sobre la influencia de las series en los jóvenes y la última polémica con “El juego del calamar”
Más de cien millones de espectadores ya la han visto y se ha convertido en la serie más rentable de Netflix hasta el momento. Ha hecho saltar las alarmas en los colegios porque los adolescentes imitan las escenas violentas, y es que El juego del calamar es mucho más que un juego.
Antes de este fenómeno audiovisual surcoreano ha habido otras series que también generaron polémica con temas como la sexualidad o el suicidio. ¿Cómo influye este tipo de contenidos en los jóvenes? ¿Es realmente tan grave como dicen algunos?
Para Sylvie Pérez, psicopedagoga y profesora en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), “El juego del calamar” no le parece una mala serie, pero sí que le preocupa el mensaje con el que se pueden quedar los jóvenes. Por su parte, María González, licenciada en psicología, formadora y miembro de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía, piensa que habría que establecer límites, y que los niños y adolescentes no deberían verla.
¿Qué opina del revuelo generado durante estas últimas semanas con la serie “El juego del calamar”? ¿Qué piensa de que los padres compartan con sus hijos esas imágenes o les dejen verlas a ellos solos en el teléfono?
Sylvie Pérez: A mí la serie como tal, una serie pensada para adultos, no me parece una mala serie. Es un reflejo de una sociedad poderosa que humilla, sacrifica y engaña al que tiene dificultades. Que la visualicen menores es diferente.
Hay que diferenciar ente un menor de entre ocho y once años a un ser de entre 14 y 17 años. La serie está recomendada para mayores de 16 años y a muchos niños pequeños les ha llegado por redes sociales. Que lo vean solos en sus teléfonos es muy difícil de procesar porque sí que hay una violencia explícita y les cuesta separar la realidad de la ficción.
En un público más adolescente, me preocupa más el mensaje que hay detrás y no tanto la visualización de las imágenes. Hay un mensaje de que la agresividad lo justifica todo, al final, que con violencia se consiguen las metas.
Si nos fijamos en los símbolos de los que mandan vestidos de rojo, el círculo, el triángulo y el cuadrado, son también de la playstation. Tengo una teoría que los juegos de consola mandan sobre los juegos infantiles, más físicos.
Hubo un experimento psicológico llamado Stanford, en los años 70, donde separaron a los alumnos entre presos y guardianes. Hoy en día no se podría hacer. Fue para comprobar hasta qué punto el entorno podía convertir en malas a personas buenas. Los presos eran humillados por los guardianes cuando no había prisión ni nada, todo estaba en la mente de ellos. Estaban en una sala de estudio decorada como una prisión. Los guardianes, para humillarles, les llamaban por un número, no por el nombre, como pasa en esta serie.
María González: Me preocupa mucho porque me parece que se está normalizando el tema de la violencia y nunca puede ser normal, no se puede admitir como algo cotidiano. Por eso esta serie no está recomendada para menores de 16 años. Este revuelo tiene un poco de justificación porque hay adolescentes que todavía tienen que madurar, les queda asimilar ideas y conceptos, y los están adquiriendo de manera errónea, distorsionada. El imitar cosas y fijarse en este tipo de series que son tan agresivas no me parece normal.
Habría que marcar muchos límites. Los adultos tendríamos que marcarlos y no lo hacemos. No deberíamos ser tan permisivos con el contenido de este tipo de series. Tajantemente, creo que niños y adolescentes no deberían verla.
«Si en el contenido está explícitamente que es para mayores de 16 años, míralo antes y no te sientes con tu hijo al lado a verlo. Es como si a la mayoría les da igual lo que pone», Sylvie Pérez.
Los jóvenes están cada vez más acostumbrados a ver violencia en las pantallas, ¿puede llegar a generarles adicción? ¿Qué papel tienen las redes sociales y la tecnología en esto?
Sylvie Pérez: Adicción a la violencia no creo. No solamente los jóvenes, los adultos también lo normalizamos. Nosotros antes, ya no hablo de una película o una serie, en las noticias y según qué imágenes, lo veíamos. Las imágenes de atentados, por ejemplo, se pixelaban un poco o se tomaban desde lejos. No hacía falta mostrarlo todo para poder entender qué pasaba. Poco a poco hemos naturalizado la visualización de unas violencias de forma explícita.
Que esto genere adicción como tal, tengo mis dudas. Más bien genera la dependencia de la conexión, del estar todos constantemente conectados porque en el móvil tenemos casi toda nuestra vida. Los jóvenes ven que los adultos también lo estamos haciendo, y no solamente con contenido perjudicial, porque tenemos el banco, los libros o la agenda.
Respecto a las redes sociales, es importante cómo acceden ellos. Si yo tengo 16 años y uso Instagram, yo ya decido qué imágenes quiero o no quiero que salgan de mí. Mis padres me pueden ayudar. En cambio, si tengo nueve años y mis padres están colgando imágenes de mí, estos ya les están enseñando que no pasa nada por estar expuestos.
Hay muchos niños que no han visto la serie, aunque sí les ha llegado a través de youtubers, de TikTok o por algún juego. Directamente no lo han llegado a ver, pero indirectamente han accedido al contenido y los padres tienen que estar alerta.
El director de “El juego del calamar” dijo que le dieron mucha libertad en cuanto a las escenas de violencia. ¿Cree que el sector audiovisual debería establecer una línea roja respecto a lo que ofrece al público?
Sylvie Pérez: No. Creo que el sector audiovisual tiene que orientar y prepararse para saber qué imágenes se van a mostrar y ya no solo imágenes, también qué mensajes se van a transmitir o qué ideologías van a verse. Ahora hablamos de “El juego del calamar”, pero “La casa de papel” o “Los juegos del hambre” también tienen imágenes muy violentas.
Cuando es televisión que no es a la carta, es decir, cuando no es Netflix, HBO, etc., sí que tendrían que ir con cuidado y establecer líneas en los horarios, no emitir según qué contenido a las tres de la tarde. Lo mismo que decía de las noticias, hay imágenes a las doce del mediodía de un sábado que dices: “Madre mía si es que tengo un niño pequeño delante, ¿dónde lo meto?”.
El ejercicio de responsabilidad del adulto tiene que estar, y para que el adulto pueda ejercer esa responsabilidad tiene que conocer el contenido. Si en el contenido está explícitamente que es para mayores de 16 años, míralo antes y no te sientes con tu hijo al lado a verlo. Es como si a la mayoría les da igual lo que pone.
Entonces, establecer líneas rojas creo que no porque tenemos que tener el conocimiento para poder elegir y la responsabilidad de poder decir que no a tu hijo. Si al final lo acaba viendo porque le llega por redes o por un amigo, sentémonos y hablemos del tema con él. Qué ha visto, qué le ha hecho sentir, qué ha pensado.
¿Quién nos pone esa línea roja? ¿Quién acaba decidiendo por mí? Yo si quiero lo veo o no lo veo.
Los jóvenes que llevan a la vida real escenas violentas ¿responden a un tipo de personalidad o a la influencia del entorno? ¿Qué se puede hacer para evitar este tipo de situaciones?
María González: La población adolescente y preadolescente está en pleno proceso de maduración. Con lo que ven y con la sociedad tan revuelta que tenemos están normalizando cosas que no lo son. Pienso que necesitaríamos mucha formación, darle un poco de giro a todo esto y hacerles ver que muchas de las cosas que pasan no tendrían que pasar.
También hay que tener mucho cuidado con su personalidad porque se están desarrollando y esos comportamientos que están apareciendo hace que todavía esté más distorsionado el mundo en el que pueden crecer y evolucionar.
«Los chavales buscan referencias y juegan mucho con la imitación. No es lo mismo que hace unos años que nos fijábamos en el chico guapo que llevaba una ropa determinada para llevarla igual o en el maquillaje de la chica. Ahora ya pasamos a comportamientos más extremos», María González.
¿Cómo afecta a los jóvenes en su vida cotidiana la violencia en la ficción? ¿Qué puede pasar por la mente de un niño o adolescente cuando ve estas imágenes?
Sylvie Pérez: Depende de la madurez del niño. Los psicólogos miramos siempre el desarrollo motor, el cognitivo, que es el intelectual, el emocional, el afectivo-emocional y el de la moralidad. Un niño de nueve o diez años está en proceso de desarrollo y no tiene una habilidad cognitiva para poder discernir claramente. Puede pensar que esto es válido para la vida real. Piensa que si sus padres le dejan verlo y en el colegio lo valida, debe de ser bueno.
Por un lado, hay imágenes impactantes y difíciles de digerir, aunque depende de la sensibilidad de cada uno, pero hay imágenes que no puedes ni ver, y las sientes como propias, un dolor que sientes como propio. El niño también lo siente así y ese dolor le queda ahí.
Yo no creo que estén llevando a cabo juegos por esta serie, la serie roba los juegos a los niños. Nosotros también hemos jugado a esto, nos hacíamos los muertos quedándonos quietos en el suelo y ya estaba. Para mí no es malo que jueguen a esto, porque pueden canalizar la agresividad a través del juego. El problema es el mensaje que les queda de que si te equivocas, mueres. Damos por buenos unos mensajes que no lo son, que nuestra sociedad no los acepta como válidos.
Luego hay otros niños, no todos, que son un poco más inmaduros o tiene dificultades emocionales, y el dar por bueno todo esto hace que todavía se les haga más difícil controlar sus propios impulsos y son más influenciables.
La serie “Por trece razones”, sobre todo en Estados Unidos, se asoció a un incremento en tasa de suicidio entre los adolescentes. ¿Se está enviando un mensaje equivocado a través de las pantallas?
María González: Los chavales adolescentes y preadolescentes buscan referencias y juegan mucho con la imitación. No es lo mismo que hace unos años que nos fijábamos en el chico guapo que llevaba una ropa determinada para llevarla igual o en el peinado y el maquillaje de la chica. Ahora ya pasamos a comportamientos más extremos.
La tecnología, los móviles, la tele y tantísimas opciones que tenemos ahora son muy peligrosos, sobre todo, si no se pone ningún tipo de control. Yo soy de la opinión que desde muy pequeñitos, los padres deberían controlar todo lo que hacen los hijos. Tener el control parental, tardar más en darles móviles y fomentar la comunicación entre padres e hijos. Los padres deberían tener muchísimo más control del que tienen ahora sobre esta población, los niños y los que ya no lo son tanto.
Se están mandando mensajes a través de las series de comportamientos muy radicales, de machismo, roles de control y sumisión, de agresividad, violencia, y que si no se gestionan bien, pueden acabar con la vida de algunos. Esta es una de las problemáticas que más se están teniendo en cuenta ahora por cómo ha subido el porcentaje de suicidio juvenil.
Con la serie “Física o Química” también hubo debate hace más de diez años. Varias asociaciones pidieron su retirada de la televisión mucho antes de que existieran las plataformas en streaming de ahora. ¿Es solo marketing o “modas”, por llamarlo de alguna forma? ¿Se da verdaderamente importancia a los mensajes que reciben los jóvenes?
María González: Hace años esta serie tuvo mucha polémica, pero si lo vemos desde el punto de vista actual, a mí me parece mucho más light. Sí que estaban los roles muy claros, el rol del gay, de la chica que ligaba mucho, del tema de las drogas, de la sexualidad, pero se veía todo con mucha más naturalidad. Toda la vida ha existido el rol del macarra que se ha metido con otro que le ha puesto la zancadilla y se ha caído, pero no había una violencia tan gratuita porque no es real.
El que sea todo tan explícito, que siendo muy niños no lo llegan a entender y tengan acceso a ver películas porno, que asuman esos roles de: “Yo soy el macho alfa y tú tienes que ser la sumisa de mi grupo”… creo que así no funcionan las cosas. Estamos jugando con la salud mental infanto-juvenil de gente que todavía tiene que madurar en todos los sentidos. No se pueden preocupar los padres de lo que come, si ha comido patatas fritas o no, y luego darle un teléfono con acceso a Internet desde que tiene 10 o 12 años. Es un poco incongruente.
Insisto, hay que tener muchísima comunicación. Los padres tienen que enseñar a los hijos a usar las tecnologías. Tienen que saber que al igual que no pueden fumar ni beber cuando son muy niños, también hay series, películas y una serie de contenidos en la tele que no pueden ver hasta que no sean más mayores. Hay que darle la importancia que tiene a este tema. Quitarle importancia a las conductas violentas no tiene sentido. Están ahí, pero hay que castigarlas y hacer ver que no tendrían que estar como son. Series como la de “El juego del calamar” no facilitan esto. No tendrían que verla y los padres tendrían que precalentar un poco a los preadolescentes y adolescentes de lo que se pueden llegar a encontrar y decir lo que está bien y lo que está fatal.
Por último, ¿qué es lo que diferencia el comportamiento de esta generación de jóvenes con las anteriores para que exista tanta controversia?
Sylvie Pérez: Repetitivamente nos parece que cualquier tiempo pasado fue mejor. Todas las generaciones tienen un pasado, el futuro es incierto y nos da miedo. Las generaciones mayores miran el futuro basándose en el pasado que han tenido y entonces calculan: “Esto ya nos ha pasado”, “Nosotros hubiéramos hecho esto”, etc., porque tienen un bagaje que les permiten prever qué harían.
Las generaciones jóvenes no tienen ese pasado, actúan en el aquí y en el ahora, con las herramientas de que disponen.
Lo que sí nos diferencia es la inmediatez. Las cosas deben ser satisfechas al momento. Nosotros teníamos que esperar para ver una película en el cine del pueblo. Ahora quiero ver algo y lo veo ya. Pago un juego para poder acceder dos días antes. Esto hace que haya una frustración muy baja porque no hay tiempo de espera. Les instamos a quemar todo, nos comemos su niñez, su adolescencia.
Los adultos también vivimos en el aquí y en el ahora. Esto ha llevado al esforzarte menos y a luchar menos por las cosas.
María González: Creo que ahora se han perdido los valores, las normas, se ha perdido todo. Ahora es todo muy gratuito, todo vale y eso de que no te castiguen o no haya penas y castigos ante cosas que realmente lo merecerían hace que la gente se sienta muy libre de hacer lo que quiere, porque no va a tener ningún tipo de repercusión.
La sociedad se tendría que revolucionar. No me gustaría meterme en tema político ni mucho menos, pero si realmente en las altas esferas se viera que las penas y los castigos pueden ser realmente mucho más estrictos, y se pusieran las normas que correspondiesen en cada circunstancia, a lo mejor entraba un poquito más de miedo y nos podríamos cortar a la hora de querer hacer según qué cosas. A esta sociedad creo que le faltan muchos límites y muchas normas para reencontrar el control de la gente que viene por detrás, que son los más jóvenes.