El neurotransmisor serotonina, es la molécula clave que media en la resiliencia, la capacidad que tenemos para recuperarnos de la adversidad
El simple hecho de observar a otras personas afrontar una experiencia traumática puede aumentar nuestra capacidad de resiliencia y prevenir los problemas psicológicos que pueden derivarse de ella, en particular la depresión. Los neurocientíficos del UNIL han demostrado la presencia de este «contagio emocional» en ratones, y descifrado con éxito su mecanismo. El neurotransmisor serotonina, liberado en una estructura cerebral llamada habénula, ha demostrado ser la clave de la resiliencia. Este descubrimiento, publicado en Science, revisa el papel de la serotonina y abre nuevas perspectivas, sobre todo para entender la depresión y su tratamiento.
Los seres humanos tienen la capacidad de hacer frente a experiencias aversivas sin dejar de llevar una vida normal. Esta capacidad se conoce como resiliencia. Sin embargo, algunos individuos son más vulnerables a los acontecimientos traumáticos. Desarrollan una pérdida de motivación e impulso, que son características de la depresión. Fomentar la resiliencia en estas personas de riesgo podría contrarrestar su vulnerabilidad y funcionar como práctica preventiva frente a la posible aparición de un estado patológico. Pero aún hay demasiadas incógnitas para que la resiliencia pueda utilizarse como práctica preventiva. «Faltan herramientas clínicas o mecanismos subyacentes para promover este tipo de condicionamiento capaz de fomentar una reacción resiliente como en las personas sanas», afirma Manuel Mameli, profesor asociado del Departamento de Neurociencias Fundamentales de la Facultad de Biología y Medicina de la Universidad de Lausana (UNIL). Para lograrlo, hay que entender la función cerebral que subyace a la adversidad, un reto que el equipo de Manuel Mameli ha asumido con éxito.
Observar a otros para sanar
Para explorar los mecanismos cerebrales subyacentes, los neurocientíficos del UNIL diseñaron primero un modelo experimental capaz de promover la resiliencia y medir sus consecuencias en la aparición de rasgos patológicos tras un trauma. «Partimos del hecho reconocido de que la simple observación de las experiencias emocionales de los demás nos ayuda a aprender de ellas. Es un fenómeno que se conoce como contagio emocional y que activa la resiliencia», explica Manuel Mameli.
Para conseguirlo, se colocó un ratón «observador» cerca de otro sometido a pequeñas descargas eléctricas en las patas. Esta sencilla tarea protegió a la mayoría de los ratones observadores de desarrollar estados patológicos de depresión cuando fueron expuestos posteriormente a esta experiencia desagradable. No ocurría lo mismo con los ratones que no habían presenciado las experiencias traumáticas de sus compañeros. Los científicos concluyeron que el simple hecho de observar a otros afrontar una experiencia traumática aumenta la propia capacidad de resiliencia y ayuda a protegerse de posibles consecuencias patológicas.
Serotonina, la molécula de la resiliencia
Tras el descubrimiento de este principio conductual, los neurocientíficos lograron identificar el mecanismo cerebral que lo mediaba. Se centraron en la habénula, una diminuta estructura cerebral situada en el corazón del cerebro, conocida por participar en el procesamiento emocional y sensorial, y por regular neurotransmisores asociados a la depresión, en particular la serotonina. Para lograrlo, desarrollaron específicamente herramientas de imagen para rastrear esta molécula en ratones. «Es muy difícil medir la variación de la serotonina en el cerebro. Gracias a un biosensor desarrollado por Yulong Li, de la Universidad de Pekín, coautor del estudio, pudimos identificar el mecanismo clave», añade Manuel Mameli.
Las grabaciones realizadas durante los experimentos conductuales revelaron que el contagio emocional coincidía con un cambio duradero en el funcionamiento de las neuronas de la habénula, junto con un aumento de la liberación de serotonina en esta región. Más concretamente, según Sarah Mondoloni, becaria postdoctoral en el laboratorio de Manuel Mameli en el UNIL y primera investigadora del estudio, «es la dinámica de la serotonina la que cambia durante esta tarea, y éste es el hallazgo clave de nuestro estudio». Al alterar artificialmente la dinámica de los niveles de serotonina, el equipo de investigación pudo demostrar que su no aumento no sólo socava el cambio de actividad neuronal de larga duración en la habénula, sino también la capacidad de los ratones para fomentar la resiliencia tras la adversidad.
Reexplorar los mecanismos de la depresión
Un denominador común entre el mecanismo de resiliencia tras la adversidad descubierto en este estudio y el de la depresión es la serotonina. Muchos antidepresivos se dirigen a la serotonina para aumentar su concentración en el cerebro. Aquí, los neurocientíficos demuestran que un aumento transitorio y localizado en la habénula puede prevenir la aparición del comportamiento apático tras una experiencia traumática. «Esta propiedad del sistema serotoninérgico es una información apasionante para los neurocientíficos. Pero nuestro descubrimiento también podría allanar el camino a nuevas aplicaciones terapéuticas relevantes para la depresión, por ejemplo probando los activadores farmacológicos de la serotonina existentes, incluidas las terapias psicodélicas que estimulan el sistema serotoninérgico. Su uso podría perfeccionarse para lograr mejores enfoques terapéuticos», concluye Manuel Mameli.
REFERENCIA
Imagen: La imagen muestra las neuronas de la habénula del ratón. Crédito: Laboratorio de Manuel Mameli, UNIL.