Hasta el siglo XVII era cosa de chinos. Pero los jesuitas franceses la trajeron a Europa como souvenir de sus expediciones misioneras y, en 1810, Louis-Joseph Berlioz (padre del famoso compositor) trató con ella a una joven paciente en la Escuela de Medicina de París. Quedaba así documentado su primer uso por parte de un médico occidental.
Desde entonces, la acupuntura comenzó a ganar terreno hacia el oeste, al principio con aire de extravagancia y, a partir de la segunda mitad del siglo XX, en una explosión que en 2006 contaba con 40.000 acupuntores sólo en Alemania. Actualmente, al menos doce universidades españolas la ofrecen como disciplina de postgrado, y la mayoría de los Colegios de Médicos de nuestro país cuentan con secciones que permiten llevar un registro de los profesionales que la ejercen: “Sobre todo, para evitar el intrusismo”, aclara el doctor Enrique Varela, director del máster de Acupuntura y Moxibustión de la Universidad Complutense de Madrid.
La inmersión en esta parte del mundo de una práctica con profundas raíces en la otra tiene como resultado una serie de aspectos tanto ambiguos como polémicos. Para empezar, su misma justificación original. ¿Cómo se conjuga la energía vital, los meridianos y el yin y el yang con “nuestra” medicina de linfocitos, neurotransmisores y arterias?
Puede que esto no resulte demasiado relevante para los pacientes que notan mejoría tras su uso, pero sí para los profesionales educados con otra perspectiva y para los sistemas de salud que se plantean regular su uso y, sobre todo, si destinarle cierta porción del erario público. “Porque su explicación no tiene de momento base científica, pero cura a los pacientes”, asegura Varela, también especialista en Medicina Física y Rehabilitación.
Es decir, algo ocurre en nuestro organismo cuando se aplican las agujas, al menos para ciertas patologías. Para explicarlo, la ciencia comenzó hace unos 50 años a someterla a experimentos diseñados según criterios occidentales. “Se van encontrando cosas en cuanto a los efectos bioquímicos y biológicos”, declara Valera, “en cuanto al efecto sobre el sistema nervioso y sobre el carácter de los puntos de acupuntura”:
[image id=»13589″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»] | La OMS la respaldaLa Organización Mundial de la Salud reconoce su eficacia para aliviar el dolor y las náuseas, y ha establecido una lista de dolencias en las que podría tener efecto. La mayoría están relacionadas con huesos (dolor de cervicales, de espalda). También las que afectan a músculos lisos, cuya contracción puede provocar diarreas y espasmos intestinales, o asma. Más que curar, mejora los síntomas y resulta especialmente práctica en caso de alergia a medicamentos o en pacientes con úlcera de estómago, que no pueden tomar antiinflamatorios. |
Diez sociedades médicas alemanas, que prestan un servicio equivalente al de nuestra Seguridad Social, decidieron comprobar la eficacia y seguridad del tratamiento en dolores crónicos de cabeza, de la zona lumbar y de artrosis. Encontraron que la acupuntura provoca una mejoría clara, y que dura al menos varios meses en las dolencias indicadas. No obstante, la ventaja de la acupuntura real frente a la simulada solamente pudo probarse en el tratamiento de dolores derivados de la artrosis de rodilla.
Para dar validez a los estudios se suelen utilizar grupos de control, a cuyos integrantes se pincha en puntos del cuerpo no indicados tradicionalmente, o con agujas falsas que solo pinchan superficialmente. En muchas de las conclusiones se registran resultados similares en ambos grupos. Y aún más, una investigación reciente de las Universidades de Michigan y Harvard (EEUU) comprobó que el dolor de brazo mejoraba más en el grupo con agujas de imitación que en el de acupuntura real.
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El credo de los acupuntores
| Razones de la ciencia
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[image id=»13591″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»] | Para todos los gustos
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Para explicar esta paradoja, los investigadores apuntan al efecto placebo: es la atención que recibe el paciente la que desencadena la respuesta fisiológica que le hace sentirse mejor. Y la acupuntura proporciona atención: además del necesario contacto físico entre médico y paciente, el interrogatorio característico para establecer el diagnóstico es extenso y exhaustivo. “Preguntas cosas que no parecen tener que ver con la enfermedad, como los sabores favoritos, los sueños, e incluso a veces por temas íntimos. Y eso tiene un efecto muy psicoterapéutico”, aclara Enrique Varela, quien considera la acupuntura “un instrumento más en manos del médico” y concede que el placebo puede explicar cierta parte del resultado. Además, destaca que: “Estos pacientes suelen ser privados, y se les da todo el tiempo del mundo”.
Lo cual sugiere que esta terapia podría estar echando raíces en los flancos más débiles de la medicina convencional cotidiana: la visión psicosomática y el tiempo de dedicación. Edzard Ernst, catedrático de Medicina Complementaria de la Universidad de Exeter y célebre crítico de la acupuntura, lo manifiesta así: “La medicina occidental podría aprender de ella que, al potenciar el efecto placebo, puede aumentarse la respuesta terapéutica”.
Pilar Gil Villar
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