El destino habitual de las muestras para análisis, tanto de sangre como de otros fluidos corporales, es el de los demás residuos biológicos que se recogen en los contenedores de basura “normal”, los grises o, en algunos casos, negros.
La sangre procedente de las extracciones para analíticas constituye un volumen relativamente despreciable (unos cuantos mililitros en el peor de los casos); además, se almacena en recipientes estancos (aunque sean frágiles). Por eso no es considerada como material de riesgo especial, y más si se tiene en cuenta que cualquier forma de vida que pueda estar contenida en ella queda destruida a los pocos minutos de la extracción. Dicho de otro modo, no se utiliza para nada más.
Redacción QUO