El párkinson es una enfermedad neurodegenerativa que afecta principalmente a la capacidad de movimiento, pero no sabíamos que tuviera olor, ni sabor, ni ninguna otra característica apreciable para nuestros sentidos, más allá de la vista. Al menos para el común de los mortales. Sin embargo, Joy Milne, una enfermera escocesa jubilada, ha demostrado que sí es capaz de distinguir el olor exclusivo que desprende la enfermedad, lo que le permite detectar la patología antes de que aparezcan los primeros síntomas clínicos.
La prueba de la camiseta
Esta peculiaridad nasal está ayudando a un grupo de científicos británicos a identificar nuevos biomarcadores a partir de su característico aroma en un estudio cofinanciado por la Fundación Michael J. Fox. Su hallazgo ha sido publicado en la revista American Chemical Society Central Science. Lo que hicieron la profesora Perdita Barran, de la Universidad de Manchester (Reino Unido), y sus colegas fue determinar qué sustancias químicas conferían ese aroma y aislaron un biofluido seboso a base de lípidos que hidrata y protege la piel, especialmente en la frente y en la parte superior de la espalda, en 60 personas con y sin la enfermedad. Su producción excesiva en uno de los síntomas que identifican al párkinson.
Un análisis de esos compuestos aromáticos volátiles de las muestras mediante espectrometría de masas reveló altas concentraciones de ácido hipúrico, eicosano y octadecanal, una clara señal de los niveles alterados de los neurotransmisores. Milne confirmó el hedor del párkinson cuando le presentaron las muestras preparadas en el laboratorio con esos compuestos. Los investigadores reconocen el alcance limitado de este estudio, pero aseguran que abre la puerta al desarrollo de una prueba de detección no invasiva que, de paso, permitiría una detección más temprana de este trastorno. Es la segunda enfermedad neurodegenerativa más común, después del alzhéimer, y afecta a un 1% de la población a los 60 años y al 4% a partir de los 80 años. No existe cura, pero los tratamientos actuales consiguen aliviar parte de sus efectos físicos. El diagnóstico es complicado.
El sentido del olfato fue una herramienta de diagnóstico común para los médicos en épocas pasadas. Algunas enfermedades como la diabetes se asocian con un olor característico, pero no había demasiada evidencia que vinculase un aroma concreto con ningún trastorno neurodegenerativo.
Marian Benito