Tanto la costumbre de llevar pantalones excesivamente apretados como la depilación genital están aumentando los casos de vulvodinia, un dolor crónico, ardor o irritación en la vulva femenina. A pesar de que afecta al 16% de las mujeres al menos una vez a lo largo de su vida, se sabe muy poco de esta enfermedad y de su origen, quizás por el estigma que acompaña.
Una nueva investigación ofrece ahora algunas pistas, al descubrir que el uso de pantalones ajustados o la eliminación del vello púbico aumenta el riesgo de padecerla. Publicado en Journal of Lower Genital Tract Disease, es el primer estudio que muestra un vínculo entre la ropa, el aseo y este trastorno. «Las microabrasiones en esta zona sensible a causa de la eliminación del vello pueden predisponer a las mujeres jóvenes a tener complicaciones inmunoinflamatorias», dice el autor principal del estudio Bernard Harlow, profesor de epidemiología en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Boston. «Del mismo modo, los vaqueros o pantalones ajustados pueden crear un entorno que fomente las infecciones del tracto genital, asociadas con el inicio del dolor vulvar».
Las participantes del estudio fueron 213 mujeres de entre 18 y 40 años con casos clínicamente confirmados de vulvodinia. Los investigadores analizaron su historial de higiene personal un año antes del inicio del dolor vulvar y luego compararon la información con comportamientos de higiene personal durante un período de tiempo similar entre 221 mujeres, en la misma red de atención médica y rango de edad, sin antecedentes de malestar vulvar.
Ahí es cuando descubrieron que las mujeres que vestían vaqueros o pantalones ajustados cuatro o más veces por semana tenían el doble de probabilidades de vulvodinia. Aproximadamente el 70% en ambos grupos informaron de la eliminación del vello, pero las que eliminaron el vello del llamado monte de Venus tenían un 74% más de probabilidades de experimentar vulvodinia que las mujeres que solo eliminaban el vello del área del bikini.
La coautora Jessica Rosenberg, ahora analista de datos en el Centro Médico de Boston, dice que queda mucho trabajo por hacer para eliminar las disparidades de género en el tratamiento del dolor agudo y crónico. “Pero tengo la esperanza de que los hallazgos de este estudio conducirán a una mayor investigación, comprensión y tratamiento de esta condición por parte de los médicos”.