Solo si se hace a gran profundidad (a más de 30 m) y con frecuencia. Aunque aún no se comprende bien cómo aparece la “muerte ósea” (osteonecrosis disbárica), sí se sabe que, bajo la presión del agua, el nitrógeno se expulsa del torrente sanguíneo y queda en los tejidos adyacentes.
Si el submarinista asciende lentamente, el gas se reabsorbe, pero si lo hace demasiado rápido, el nitrógeno queda en esos tejidos e impide el flujo de sangre hacia los huesos. Inicialmente surge un dolor abdominal y en las extremidades, pero si persisten las inmersiones, parece que los huesos comienzan a astillarse por falta de riego y aparece la artritis. Es algo habitual en los gremios de los reparadores de barcos y los técnicos de mantenimiento subacuático de plataformas petrolíferas.
Enviado por Martin Somerset, correo electrónico
Redacción QUO