Los seres humanos almacenan sus genes en 23 pares de cromosomas, 22 de los cuales son idénticos. El 23 es una moneda biológica de dos caras: X significa que eres hembra, y XY, varón. Los pares de cromosomas a menudo intercambian fragmentos de ADN en un proceso denominado recombinación, cuyo propósito es asegurar el buen funcionamiento de los genes.
Los rumores sobre una posible extinción del varón se iniciaron a finales de la década 1990, en la que se descubrió que el cromosoma Y humano, reducido en comparación con el X, no comparte suficiente información con este como para permitir la recombinación. Sin posibilidad de renovar los genes dañados, el cromosoma Y continuará degradándose y acabará por desaparecer, dicen los genetistas. Incluso han puesto una fecha de caducidad para los machos entre 5 y 10 millones de años.
Los apuros del chimpancé
Para ver esta predicción en perspectiva, los científicos han examinado a nuestros congéneres más cercanos genéticamente, los chimpancés. Ambos compartimos un antepasado común que vivió hace seis millones de años, y el genetista David Page, del Instituto Whitehead de Investigación Biomédica de Cambridge, Massachusetts, estudió como el cromosoma del chimpancé y su homólogo humano habían evolucionado de forma diferente a lo largo de los años. Y se llevó una sorpresa: el cromosoma Y del chimpancé está bastante más degradado que el del ser humano.
Page y sus colegas han especulado con la posibilidad de que la promiscuidad del chimpancé -las hembras copulan con diferentes machos-, llevó al fortalecimiento de los genes Y que producían esperma, en detrimento de otros genes. Entre los chimpancés «se están librando guerras de esperma. Cada macho intenta transmitir sus propios genes», dice Jennifer Hughes, coautora del estudio, publicado en Nature. Al ser dejados de lado, los genes no reproductivos del cromosoma Y del chimpancé han ido declinando.
¿Y qué significará esto para nosotros?
La degradación del cromosoma Y de los chimpancés revela algo importante para los humanos. Los científicos del Instituto Whitehead piensan que aunque el cromosoma Y también perdió genes al principio, durante los últimos eones se ha mantenido relativamente estable. El Y humano ha eludido el destino de su homólogo en los chimpancés porque los seres humanos somos mayoritariamente monógamos. El esperma humano no se enfrenta a la misma competitividad que el de los simios, de manera que la presión ejercida para producir mejor esperma es menor.
No todos los genetistas están convencidos de que el cromosoma Y haya dejado de degradarse. Jenny A. Marshall Graves, de la Universidad Nacional Australiana en Canberra, sigue pensando que sus días están contados. «El cromosoma Y ha ido degenerando desde su nacimiento, hace 300 millones de años», dice. Así que la controversia continúa. Pero no hay que preocuparse de momento. Los chicos y su cromosoma tienen cuerda para rato.
Redacción QUO