Con ocasión de su visita a Madrid para recoger el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Biomedicina, hemos entrevistado en un evento #QuoandTuits a los investigadores Douglas Coleman y Jeffrey Friedman. El encuentro, que muchos seguisteis a través de nuestra cuenta de Twitter, tuvo lugar en la sede de la Fundación BBVA. Aquí tenéis un resumen de nuestra charla con los descubridores de una hormona reguladora del apetito, que juega un papel fundamental en la obesidad.
Quo: ¿Por qué algunas personas son obesas?
Friedman: La mayoría de la gente te diría que porque comen demasiado. Es cierto, pero lo realmente importante es por qué comen demasiado. La idea más extendida en nuestra sociedad es que deciden si tienen hambre o no, pero los científicos como nosotros pensamos que la cantidad de alimento que ingerimos está determinada por un sistema biológico muy básico que actúa de forma inconsciente, igual que ocurre con otros impulsos primarios.
Quo: ¿Cómo han contribuido ustedes al conocimiento de ese sistema?
Friedman: Doug primero y, más tarde, yo investigamos una estirpe de ratones genéticamente obesos e identificamos una hormona, a la que llamamos leptina que regula cuánto comemos y, hasta cierto punto, también cuántas calorías quemamos. Nosotros creemos que, dependiendo de cómo funcione ese proceso, el impulso básico de comer se sitúa en distintos niveles, según la persona. Y esa es la razón de algunas sean obesas y otras, no.
Quo: ¿Cómo funciona la hormona leptina?
Friedman: Para cualquier organismo vivo, desde las bacterias a los humanos, resulta crucial obtener la nutrición correcta. Y necesitas una forma de llevar la cuenta cuánta grasa tienes, cuánta energía has acumulado. Lo que puso de manifiesto nuestro trabajo es que el cuerpo hace ese seguimiento detectando una hormona que es fabricada por la grasa. Si hay más grasa, hay más leptina y su acumulación evita que sigas comiendo, de forma que si engordas, fabricas más leptina y comes menos, y si adelgazas, fabricas menos leptina y comes más. Con este mecanismo mantienes la grasa en una franja relativamente estrecha y adaptativa en términos evolutivos.
Pero también hay otros factores destacables. Tu cerebro tiene que saber además cuándo has comido por última vez o qué cantidad de nutrientes tienes en cada momento en la sangre, incluida la glucosa, que también influye en cuánto comes. Por eso el sistema biológico que garantiza una buena nutrición bien vigila nuestros depósitos de energía a largo y a corto plazo a partir de señales que también llegan del intestino y el cerebro.
Quo: Pero ese sistema biológico a veces nos impulsa a comer más de lo necesario.
Friedman: En un contexto evolutivo, el exceso de grasa podía ser un problema porque te hacía más vulnerable a los depredadores y menos apto para cazar, pero su falta aumentaba tus riesgos en caso de hambruna. Por eso, la naturaleza desarrolló un mecanismo para asegurarse de que cada especie de mamíferos, no sólo los humanos, tuviera su cantidad adecuada de grasa.
Y cada población desarrolló su propio término medio, dependiendo de qué le suponía mayor problema: los depredadores o la falta de alimento. Esa media está determinada por la evolución. Hoy en día ninguno de esos dos factores nos supone un gran problema, pero nos hemos traído los genes de la Antigüedad a la Edad Moderna y seguramente esos genes heredados de los ancestros son los que hacen obesa a la gente.
Coleman: si nos preguntamos por qué han resistido esos genes, hay que pensar que en las sociedades de cazadores recolectores, con ciclos de abundancia y de escasez de alimento, a veces resultaban muy útiles los genes que favorecían la acumulación de grasa. Pero ahora ya no son tan ventajosos en nuestras sociedades.
Quo: De forma que nuestra configuración biológica dejó de tener sentido en nuestra sociedad actual y se producen ciertos desajustes que dan lugar al problema de la obesidad.
Coleman: uno de los ejemplos clásicos de ese proceso es el de habitantes de la India que no tenían índices altos de obesidad o diabetes, y desarrollaron ambas cuando emigraron a Sudáfrica, donde encontraron fácil acceso a mucha más comida.
Friedman: por primera vez en la historia mucha gente tiene acceso prácticamente ilimitado a la comida. Nosotros vemos la comida como una condición necesaria, pero no suficiente para desarrollar la obesidad. La razón de que sólo la desarrollen algunas personas, son las diferencias genéticas.
Quo: ¿Es posible que el ADN de algunas personas se haya adaptado ya a esa abundancia de comida?
Friedman: Yo no creo que estemos asistiendo a un cambio genético. Pienso que antes había unas personas que tenían genes que les evitaban engordar demasiado y otras personas cuyos genes impedían que adelgazaran demasiado. Y hoy todos tenemos un conjunto de una u otra versión. La aportación de mutaciones nuevas seguramente es muy pequeña.
Quo: ¿Cómo se explican las diferencias en la incidencia de la obesidad entre EEUU y Japón, por ejemplo?
Friedman: Hay dos razones principales. Una podría ser una selección natural que hubiese respondido a riesgos distintos: si una población hubiese tenido mayor riesgo de morir de hambre que otra, por ejemplo. Pero también hay que considerar el concepto de deriva genética: si un grupo pequeño de personas se marcha a fundar una nueva población y resulta que tienen una cierta configuración genética, la propagan en esa cultura. Probablemente las dos cosas han contribuido a esa diferencia.
Coleman: Además, aunque nosotros hemos trabajado con genes aislados relacionados con la obesidad, en una población hay muchos, muchos genes que aún no conocemos.
Quo: ¿Se puede contrarrestar esa predisposición genética?
Friedman: Hay muchas situaciones en la vida que nos originan tensiones entre un impulso básico y un deseo consciente y, en mi opinión, la mayoría de las veces el impulso básico es el gana a la larga. Nuestros impulsos primarios y nuestros deseos conscientes están controlados por distintas partes del cerebro que se comunican unas con otras y podría ser que la forma en que lo hacen no fuera igual en toda la gente. Con el tiempo, eso explicaría por qué un pequeño porcentaje de pacientes, quizá sólo el 5%, consiguen controlar ese impulso básico hasta perder peso de forma significativa, cuando la mayoría de la gente no es capaz de hacerlo.
Quo: La leptina sigue siendo sólo uno de los factores implicados.
Friedman: Cierto. Ahora sabemos que hay otros genes que, si están defectuosos, causan también obesidad y eso incluye algunas moléculas del cerebro que regulan el apetito y que intervienen en el proceso después de que lo haga la señal de la leptina. Ahora mismo conocemos al menos seis o siete genes diferentes de ese proceso que, si tienen un defecto, causan obesidad extrema. Y sabemos que probablemente más del 10% de la obesidad mórbida humana está originada por defectos genéticos cuya identidad ya conocemos. Esos son muchos más defectos en un solo gen responsables de una enfermedad común de los que se han identificado en las demás enfermedades comunes que se han estudiado. Los estudios con gemelos dicen que probablemente el 70% de las diferencias en el peso son genéticas.
Quo: ¿Y la predicción de que el mundo desarrollado va a ser cada vez más obeso?
Friedman: Yo no lo creo. En primer lugar, mucha gente de EEUU y Europa ya tiene acceso a todas las calorías que quiera. No hay motivo para que se vuelvan obesos ahora y no hace 10 años. Y en mi opinión las variaciones de la incidencia de la obesidad con el tiempo se han sobrevalorado. En la década de 1990 llevamos a cabo un análisis en colaboración con los estadísticos de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de EEUU, que muestra que, para un período de esa década del que se había dicho que la obesidad había aumentado en un 33% en mi país, el aumento de peso medio había sido de entre 3,5 y 4,5 kilos. Sin intención de quitarle importancia, desde el punto de vista de la salud pública, la sensación de escuchar un argumento u otro es muy distinta. Además, si se aplican las correcciones por edad y sexo, algo que no suele hacerse, las diferencias a largo plazo son aún menores.
Quo: ¿Cómo influyen las emociones en la obesidad?
Friedman: Desde luego forman parte de la ecuación. El control voluntario de las acciones se sitúa en la corteza cerebral y las emociones en las zonas límbicas. Todas esas regiones se comunican unas con otras y se produce un intercambio entre nutrición y emociones en ambos sentidos. El reto para el futuro es llegar a comprender mejor este complejo circuito en el que participan todas esas regiones cerebrales. Mientras tanto, la respuesta a su pregunta sigue abierta.
Pilar Gil Villar