Me siento como si me hubieran metido en mi propio cuerpo. Escucho mi voz y mis pensamientos, pero siento como si no me pertenecieran”. Así define Louise Airey cómo se siente de manera intermitente desde los ocho años.
Fue de repente, tras unos días enferma y sin ir al colegio, cuando empezó a sentirse así, como si todo lo que estuviera viviendo fuera una película, algo irreal. Era tan raro que no dijo nada a nadie. Además, se le pasó por un tiempo y pensó que no volvería; pero a los 19 años, tras una fuerte migraña, tuvo la sensación de estar de nuevo desconectada del mundo durante muchos meses. Volvió a la normalidad, hasta que a los 30 años, después de un embarazo complicado, le diagnosticaron un trastorno de la despersonalización.
Se trata de una alteración del sentido del yo que confiere la sensación de no ocupar tu propio cuerpo y un gran desapego tanto a tus pensamientos como a tus acciones.
Según los expertos, el problema está en ciertas áreas del cerebro, las que están más relacionadas con la emoción, que registran menos actividad de la normal. También se ha detectado una disfunción en la ínsula anterior, precisamente la zona responsable de la integración de las sensaciones físicas y las emociones.
[image id=»63867″ data-caption=»Otro síntoma clave en este síndrome es la sensación de oír todo lo que nos rodea a la vez. “Es como si estuvieras dentro de El grito, de Edvard Munch: todo se desdibuja a tu alrededor, incluso tú”, asegura Airey. » share=»true» expand=»true» size=»S»]Y por último, cierta hiperactividad en los lóbulos frontales del cerebro, los que nos ayudan a mantener las emociones bajo control. En definitiva, quienes padecen este síndrome ven todos sus sentimientos y emociones, incluso las que les suscitan sus recuerdos, como si no fueran suyas. Y lo más duro es lo que se refiere a sus relaciones con sus seres queridos. “Cuando les hablo a mis hijos me siento como si esa voz no saliera de mí, como si fuera de otra persona”, confiesa Airey.
Todavía no hay tratamiento alguno que alivie el sufrimiento de estas personas, pero hay algunas vías de investigación abiertas. En el King’s College de Londres hay un investigador, Anthony David, que lleva años estudiando este síndrome y que propone dos líneas de tratamiento. Por un lado, la combinación de un medicamento para la epilepsia y el trastorno bipolar, la lamotrigina, que combinado con antidepresivos ha dado buenos resultados en algunos pacientes. Y por otro, la electroestimulación de las zonas del cerebro implicadas en este síndrome, con el fin de reprogramar el cerebro para “repersonalizarlo”.
Redacción QUO
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