Bien, pues investigadores de la Universidad de California en Berkeley y del The Salk Institute for Biological Studies en La Jolla han hallado un camino inesperado para combatirla: bloquear los receptores del dolor.
El equipo, que ha publicado su trabajo en la revista Cell, bloqueó en ratones algunos de esos receptores que se hallan en la piel y otros tejidos, y observaron que su metabolismo «rejuvenecía» en cuanto a la secreción de insulina, y por lo tanto, a la regulación de la glucosa. A la larga, eso supuso también un alargamiento de su longevidad en un 14%.
«Creemos que esto puede ser muy, muy útil no solo en la lucha contra el dolor, sino para aumentar los años de vida y para la salud metabólica, en particular, para tratar la diabetes y la obesidad», ha declarado Andrew Dillin, profesor de biología molecular y celular.
El hallazgo se ha producido gracias a una cadena de reacciones fisiológicas. Los científicos dejaron inservible un receptor del dolor llamado TRPV1, que se halla en la piel, en los nervios y en las articulaciones. Él es el encargado de reaccionar con inflamación (a base de segregar la proteína CGRP) ante estímulos dolorosos como el calor intenso y otros daños. Pero también impide la secreción de insulina, lo cual deja crecer el nivel de azúcar en sangre y fomenta también la acumulación de grasa en los tejidos del cuerpo.
Así que los ratones a los que se atenuó la acción del TRPV1 (y por consiguiente de la CGRP) lograban «limpiar» mejor la sangre de glucosa, y conseguían quemar más rápido las calorías.
Redacción QUO