P.- Hipocondría y creatividad. ¿Dos conceptos que casan bien?
R.- La hipocondría requiere grandes dosis de imaginación y creatividad, pero no tengo claro si la hipocondría hace al creativo o viceversa. Yo me considero hipocondríaco antes que creativo. Y a través
de la creatividad consigo domar mi hipocondría.
P.- ¿Cómo pasa a su obra ese universo de miedos?
R.- Uno de mis relatos, Mi perro es un psicótropo, fue una vomitona de todos los síntomas psicosomáticos que me ahogaban y mi manera de lidiar con ellos. Descubrí que la escritura podía ser un buen complemento de los ansiolíticos y ayudarme a sacar los fantasmas.
P.- ¿No será precaución?
R.- No lo creo. Es cierto que a veces los miedos son buenos, porque te protegen. Por ejemplo, yo nunca he probado drogas ilegales porque fantaseo que me van a ocurrir cosas terribles. Pero también me han impedido disfrutar de experiencias maravillosas. La hipocondría es una mala excusa para no asumir tus responsabilidades.
P.- Farmacia de Guardia, Hospital Central… Un currículo de infarto. ¿Terapia o casualidad?
R.- No, no es casualidad. Los hipocondríacos sabemos mucho de medicina. Es contradictorio, porque cuantas más enfermedades conozcas, más alimentas a la bestia de la sugestión.
Redacción QUO