Akshat Rathi es un químico y periodista británico que, durante tres años, se ha sometido a un curioso experimento. Tratar de reducir las horas de sueño diarias y pasarse al llamado «sueño polifásico», una disciplina de vida que, según parece, permite reducir las horas de descanso a tres e incluso dos.
Este término fue adoptado a principios del siglo XX por el psicólogo J. S. Szymanski, aunque se dice que personajes como Leonardo Da Vinci o Nikola Tesla eran capaces de rendir al cien por cien durmiendo solo dos o tres horas diarias. Pero fue en 1943 cuando adquirió fama gracias Buckminster Fuller, un escritor, filósofo e inventor, que ideó el método de sustituir el sueño nocturno por siestas de veinte minutos cada seis horas.
El sueño polifásico se puede adoptar en cuatro formas o ciclos. El Uberman, consiste en siestas de veinte minutos cada cuatro horas. El Everyman, que supone dormir tres horas nocturnas, complementadas con varias siestas de veinte minutos a lo largo del día. El Dymaxion, que es el que practicaba Fuller. Y el Bifásico, que consiste en cuatro horas de sueño nocturno más una siesta de noventa minutos durante el día.
Akshat Rathi trató de pasarse al mundo del sueño polifásico adoptando el ciclo de Fuller, el Dymaxion. ¿Y qué tal le fue? Bien, a la larga, aunque el proceso fue bastante costoso. De hecho, comenzó el experimento con un compañero que lo abandonó a las tres semanas, ya que se quedaba dormido durante el día. De hecho, Rathi necesitó casi dos meses para que su cuerpo comenzara a adaptarse al nuevo ciclo de sueño. Y, si por cuestiones laborales tenía que saltarse una de las siestas diarias, no le bastaba con tratar de dormir un poco más por la noche. También se vio obligado a llevar una vida más sana, prescindiendo del café, el alcohol ocasional y cualquier tipo de excitantes. Aunque el mayor problema de todos fue el social: «El mundo es monofásico», explicó. «La gente duerme por la noche, y a veces no entiende tu necesidad de tener que echar una siesta a media mañana».
Pero, finalmente, consiguió acostumbrar su organismo a la nueva rutina de sueño. El cansancio general desapareció y el premio fue que el día se le hizo más largo, que tenía mas horas disponibles para su trabajo o para dedicarlas a sus aficiones. Con todo, Rathi, es categórico: «No creo que el sueño polifásico sea bueno para todo el mundo. Solo gente muy disciplinada puede enfrentarse al coste que suponeadoptar ese modo de vida para poder llegar a disfrutar de sus beneficios».
Redacción QUO
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