¿Conoces a alguien que se haya quejado por tener mucho sexo? Ya, nosotros tampoco. Además, tampoco es fácil definir cuánto sexo es «mucho». Excepto para los científicos, claro.
Según una nueva investigación publicada en la revista Journal of Neuroscience, la sensibilidad de las personas a determinadas drogas podría estar determinada por su actividad sexual, aumentando con ello el riesgo de adicción.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores contaron con un grupo de roedores. Su intención era monitorizar sus cerebros con el fin de conocer cómo el sexo y las drogas afectan a las sensaciones de placer. En primer lugar, tuvieron a los ratones durante cinco días en una orgía continua para, después, dejarles otros cinco días en completa abstinencia.
Durante los diez días que duró el experimento, los investigadores analizaron constantemente su cerebro buscando la respuesta a las anfetaminas y… encontraron una diferencia muy significativa. Observaron que durante el periodo de celibato, los roedores mostraban una mayor sensibilidad a la droga y comportamientos típicos de un yonki: ansiedad y adicción. Algo que no ocurrió durante la fase de orgía.
Según argumentan los investigadores, «el sexo no es distinto a otro tipo de actividades placenteras. Cuando lo practicamos, liberamos dopamina en el cerebro, un efecto muy similar al que causan las drogas». Por tanto, tener sexo frecuente aumentaría la resistencia de nuestro organismo al placer, disminuyendo los niveles de dopamina y provocando que necesitemos más de una sustancia para conseguir el mismo placer. Esto como sabes tiene un nombre: adicción.´
Cualquier cosa a la que nos enganchemos va provocando con el tiempo una cierta tolerancia física. Por ello, el cerebro reclama que aumentes la dosis o introduzcas más sustancias en juego para seguir obteniendo el mismo nivel de placer. ¿La recomendación de los científicos? Practicar menos sexo para disminuir la tolerancia. ¿Alguno de los presentes piensa hacerles caso?
Fuente: iflscience.com
Redacción QUO