Durante décadas, los médicos e investigadores han pensado que el truco principal para que funcione un placebo dependía de que los pacientes creyesen que estaban recibiendo una medicación concreta para su problema. Pero según una nueva investigación de la Universidad de Medicina de Harvard, da igual que el paciente lo sepa o no: funciona igualmente.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores contaron con 97 pacientes que padecían dolor lumbar crónico. Una vez fueron examinados por una enfermera especializada en esta dolencia, les dieron una charla informativa de quince minutos sobre el efecto placebo. Después, les separaron en dos grupos: a unos les darían la medicación real para su problema (TAU, por sus siglas en inglés) y a otros el placebo (OLP).
La gran mayoría de participantes de ambos grupos (entre el 85 y el 88%) ya estaban tomando medicamentos para el dolor (los que tomaban opioides fueron excluidos de la investigación). Se les permitió seguir con su tratamiento habitual, pero fueron obligados a no cambiar la dosis o hacer otro cambio importante que pudiera afectar al resultado (como una tabla de ejercicios o un nuevo medicamento).
Además, a los pacientes que estaban en el grupo de LPO se les dio un frasco con comprimidos etiquetado como «píldoras de placebo», con las instrucciones de no tomar más de dos cápsulas. Curiosamente, tras tres semanas de tratamiento, el grupo de OLP informó que su dolor se había reducido en un 30%. Una mejoría muy por encima de aquellos que tomaron el tratamiento indicado para su dolencia, que solo mejoraron entre un 9 y un 16%.
Según explicaba Ted Kaptchuk, director del programa de estudios de placebo en la Universidad de Harvard y autor principal de la investigación, «esto demuestra que el efecto placebo no necesita el engaño del paciente para funcionar«. Los investigadores creen que se debe a que la interacción médico-paciente y el ritual de la administración, cambia los síntomas y con toda probabilidad, activa regiones del cerebro que controlan el dolor».
Fuente: sciencedaily.com
Redacción QUO
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