Evitar que los lagos interiores se vuelvan verdes significa que habrá menos gases de efecto invernadero en la atmósfera contribuyendo al cambio climático. El agua potable, la pesca y las oportunidades de recreación también aumentan cuando las aguas no son verdes.

¿Por qué es malo ser verde? Por varios motivos. Primero, las toxinas liberadas por la proliferación de algas pueden hacer que el agua deje de ser potable. Por otro lado, cuando mueren las algas, las bacterias que las descomponen también agotan el oxígeno en el agua. Sin oxígeno, los peces y otros animales se asfixian. Y ese es el impacto local. A nivel mundial, estas aguas también contribuyen de manera importante al metano atmosférico, un gas de efecto invernadero que es hasta 34 veces más perjudicial que el dióxido de carbono.

«Estimamos que el incremento de las algas en los lagos del mundo aumentará la emisión de metano a la atmósfera entre un 30 y un 90% durante los próximos 100 años”, señala Jake Beaulieu, líder del estudio publicado en Nature Communications.

Según los autores, se espera que tres mecanismos distintos propicien el aumento en la presencia de algas en los lagos durante el próximo siglo. Primero, la población humana aumentará un 50% en 2100. Más personas significa más aguas residuales y más fertilizantes. Si las tasas actuales de crecimiento de la población y el cambio climático se mantienen, la presencia de algas en los lagos aumentará entre un 25 y un 200% en 2050.

En segundo lugar, el aumento de las tormentas y las aguas pluviales incrementará las pérdidas de nutrientes de la tierra y, finalmente, a medida que las temperaturas aumentan por el cambio climático, los lagos se calentarán y producirán más algas. Y, por su fuera poco, se espera que el área del planeta cubierta por agua aumente.

El resultado optimista es que a medida que pasa l tiempo comprendemos mejor cómo la gestión adecuada de nutrientes podría revertir este incremento de algas en los lagos y, por lo tanto, reducir las emisiones de metano.

Juan Scaliter