Los recién nacidos tienen un instinto que les une a sus madres desde el primer minuto que nacen y harán todo lo posible por estar unidos a ellas. Una práctica que trabajan muchos hospitales se conoce como “Breast Crawl” (Gatear para mamar), en el que el bebé se deja sobre el pecho de la madre esperando a que encuentre él mismo el pezón por el que se alimentará. Son unos minutos mágicos e imprescindibles que marcan el inicio de la lactancia y que ayudan a que tanto la madre como el hijo sientan un vínculo especial. Este momento se debe llevar con total tranquilidad y dejar que sea el bebé quien descubra dónde está el pezón. Pero, ¿cómo lo consigue?
Un estudio llevado a cabo en un hospital de Italia quiso comprobar si esta búsqueda obedece al calor que emanan los pezones y que fuera ligeramente superior a la piel que los rodea. Para ello, observaron el comportamiento de los recién nacidos de 41 mujeres. Todas ellas cumplían las mismas condiciones: madres que quisieran dar el pecho, que no hubieran tenido problemas en el embarazo y que estuvieran embarazadas de 1 solo bebé. Los investigadores tomaron la temperatura de sus pezones y de la piel que los rodea en las 6 horas antes de dar a luz y 1 o dos días después del parto. Además, se tomó también la temperatura de los labios de los recién nacidos así como de su frente.
Tras observar los datos, los investigadores comprobaron que existía una diferencia superior de apenas 0,2 °C en los pezones en comparación con la piel que los rodeaba antes de dar a luz. Una temperatura que ascendía medio grado justo después de dar a luz y a 0,6 °C en los días posteriores. Además, los labios de los bebés estaban más fríos que la temperatura habitual de los pezones, hasta casi 1 grado, lo que en definitiva explicaría por qué los recién nacidos buscan el calor del pecho de su madre.
Aquí tenéis un ejemplo de lo que se conoce como «Breast Crawl».
Fuente: LiveScience