Cuando uno descubre realmente los otros usos que se le dan a los polvos de talco, se pregunta hasta qué punto es imprescindible utilizarlo para prevenir irritaciones en la piel, incluso hidratarla, cuando existen otros productos que quizá otorguen una mayor seguridad. Para quien no conozca su origen, es un mineral de color blanco compuesto por magnesio, sílice, oxígeno e hidrógeno y se extrae de minas de todo el mundo. Una vez fuera, este es procesado, purificado y se mezcla con perfumes para su uso en el mundo de la cosmética entre otros sectores.
Y si no, atención a los “otros” usos: en forma de polvo, se puede encontrar como relleno en la fabricación de papel y cartulina, para lacas y pinturas, en la industria cerámica, incluso como aditivo en gomas y plásticos. Además, como tiene una elevada resistencia calorífica, se usa en la obtención de materiales termorresistentes.
Aunque habitualmente lo encontramos como remedio para aliviar las pieles irritadas, sobre todo en áreas genitales, también se pueden encontrar trazas en productos cosméticos y de farmacia. Ya fuera de la legalidad, el talco se emplea como adulterante en diversos tipos de drogas, en las que destaca la heroína y la cocaína.
Incluso son muchos por Internet quienes alaban los diferentes remedios caseros que los polvos de talco les permiten llevar a cabo: desde limpiar manchas de aceite o sangre por su capacidad absorbente, mantener alejadas las hormigas, como método de limpieza para tus mascotas o incluso eliminar los molestos granitos de arena de la playa pegados a tus pies.
¿Cuándo comenzó a usarse como método de aseo?
A pesar de que son muchos quienes sitúan sus primeros usos en la época de Egipto, no fue hasta 1878 cuando se dio el boom de los “polvos de talco” tal y como los conocemos ahora.
Se consiguió al obtenerse la primera receta del boro talco en una botica de la Legaziones Britannica de Florencia. El artífice fue su propietario, Sir Henry Roberts, un químico experto en la elaboración de medicinas y que vio en este mineral sus grandes propiedades antitranspirantes, blanqueadoras, sedantes y sépticas. No fue hasta 1904 cuando pudo comercializarse como elemento de aseo personal, aunque gran parte de su uso ha sido dirigido habitualmente al cuidado de los bebés.
Alberto Pascual García