¿Eres consciente de lo que ayudar a otros puede hacer a tu salud? Según los expertos, parece que mucho… y existen varias investigaciones al respecto. Una de ellas es la de la Universidad de Columbia Británica. Su estudió se basó en proporcionar una cantidad de dinero para gastar a un grupo de participantes mayores con la presión arterial alta. Durante tres semanas consecutivas, se les dio 40 dólares a cada uno. A la mitad de los participantes se les pidió que gastaran el dinero en ellos mismos; al resto, que lo gastaran en otra persona: comprar un regalo para un amigo, donar a una organización benéfica o beneficiar a otros de alguna forma con el dinero.
Unas semanas después, los investigadores midieron la presión arterial de ambos grupos. Resultó que la presión arterial (sistólica y diastólica) de aquellos participantes que habían gastado dinero en otros había disminuido significativamente en comparación con los sujetos que gastaron el dinero en ellos mismos. Además, la disminución de la presión arterial en estas personas fue similar al efecto que tendría en ellos iniciar ejercicio de alta frecuencia o una dieta más saludable.
Existen más estudios de este tipo realizados en diversas partes del mundo, y demuestran que ayudar a los demás hace que vivamos más y mejor. Por ejemplo, Lara Aknin, de la Universidad Simon Fraser, demostró con un estudio similar que, cuando la mitad de las personas reciben 5 dólares para gastar en sí mismas y el resto 5 dólares para gastar en los demás, este último grupo es más feliz después. Y esto es algo común en todo el mundo, desde EUU y Canadá hasta Uganda, Sudáfrica y la India.
Lara Aknin incluso quiso visitar una pequeña aldea rural aislada en la isla de Vanuatu, en el Pacífico. Allí también pudo observar cómo la compra de bienes para otros llevó a emociones más positivas que la compra de bienes para uno mismo. Por lo tanto, parece haber algo arraigado en nuestra propia naturaleza humana que hace que ayudar a sentirse bien en todas las culturas sea beneficioso para uno mismo. Esto también está comprobado por estudios neurológicos, en los que se ha confirmado que las donaciones caritativas activan los centros de recompensa del cerebro.
Una dosis de buenas acciones hacia los demás puede ser entonces una buena medicina para mejorar la salud física y mental de uno mismo.
Aunque, como en todo, hay límites. ¿Qué ocurre cuándo las personas sólo se concentran en el bienestar de los demás y pueden llegar a ignorar sus propias necesidades? Como aseguran los expertos, ayudar es bueno, pero debe ser estratégico y autodeterminado, tal y como explica Adam Grant, un experto en donaciones pro-sociales de The Wharton School: «Hay una gran diferencia entre complacer a la gente y ayudarla”. Uno debería elegir cuándo y cómo ayudar, en lugar de ser empujado a ayudar a quien se lo pida.
De hecho, una serie de experimentos han demostrado que, si bien la ayuda motivada de forma autónoma aumenta nuestro bienestar, esto no se produce cuando uno es coaccionado u obligado a beneficiar a otros. Al aprender a decir NO, uno puede concentrarse en aquellas formas de ayudar donde sus intereses y talentos son mejor utilizados, y donde uno puede obtener el mayor impacto para su inversión.
Una vez más, la conclusión es que los extremos son perjudiciales para el bienestar. En ambos casos, parte de nuestra humanidad se asfixia. Encontrar un equilibrio es clave.
Fuente: Scientificamerican.com / Blog de Frank Martela
Belén Robles González