Hubo un tiempo en que operarse la nariz, más que una cuestión de estética, era una forma de sortear el estigma social. Cuando no existían antibióticos con los que tratar las infecciones, uno de los efectos más comunes de algunas de ellas, como la tuberculosis y la sífilis, era la pérdida de la nariz.
Para reconstruirla se creaba un puente nasal (los había hasta de oro) y se cubría con un injerto de colgajo obtenido normalmente de la parte superior del brazo o de la frente. La rinoplastia, es decir la operación de nariz con fines estéticos, se difundió cuando se introdujeron la anestesia local, la antisepsia y los antibióticos.
Redacción QUO
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