Los bosques son una protección natural contra las zoonosis, las infecciones que como el SARS-CoV2 pasan de los animales a los humanos
El 20% de la superficie de España ya es un desierto, y se estima que antes de fin de siglo la desertificación afectará al 80% del territorio. El resto de Europa, más verde, también está perdiendo sus bosques por los incendios y la sobreexplotación, y la situación es dramática en Asia y Latinoamérica.
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Cuando desaparecen los bosques se agravan las consecuencias del cambio climático, pero hay algo más. Cada vez hay más pruebas de que las enfermedades zoonóticas son más comunes en las regiones en las que aumenta la deforestación y los bosques tropicales intactos son sustituidos por monocultivos o por terrenos baldíos dedicados a la minería.
Así lo sugiere otro estudio de las Universidades de Montpellier y Aix-Marseille, en Frontiers in Veterinary Science. Los dos científicos analizaron más de 3.880 zoonosis entre 1990 y 2016 en las que los patógenos pasaron de una especia a otra, así como casi 2.000 brotes de enfermedades transmitidas por vectores, como garrapatas o mosquitos.
El estudio abarcó diferentes enfermedades y regiones, pero surgió una conclusión común a todas ellas: en las zonas tropicales, los brotes aumentaron en las zonas donde la deforestación era galopante y los bosques fueron sustituidos por plantaciones o minas. En cambio, fuera de los trópicos, el número de zoonosis aumentó cuando se llevó a cabo la reforestación de especies pobres, es decir, cuando se establecieron plantaciones madereras.
A diferencia de los bosques ricos en especies, en los que los depredadores mantienen a raya a otras especies, éstos no existen en los monocultivos. En cambio, unas pocas especies pueden propagarse en masa debido a la falta de enemigos naturales. A menudo se trata de roedores, que son conocidos reservorios de patógenos como el Hantavirus.
En los monocultivos no hay depredadores que mantengan a raya a las especies que transmiten los virus
Además, en estas zonas de monocultivo suelen encontrarse pequeños abrevaderos, donde los mosquitos pueden multiplicarse sin control. Esto es evidente, por ejemplo, en Brasil, donde la malaria es más frecuente en los frentes de deforestación. En el sudeste asiático, los estudios han demostrado que la especie de mosquito Anopheles darlingi, responsable del vector de varias enfermedades, también se da con más frecuencia en las zonas de deforestación.
En las latitudes templadas se observa una relación similar: los bosques con menos especies e intensamente explotados también favorecen a los animales menos especializados, mientras que los depredadores están ausentes. Esto favorece la transmisión de enfermedades como el Hantavirus por los ratones o la enfermedad de Lyme por las garrapatas.
Los investigadores se muestran preocupados por Brasil e Indonesia, donde la deforestación continúa a un ritmo acelerado, y proponen utilizar las imágenes de satélite para averiguar más sobre si la conexión observada es realmente una causalidad y no sólo una correlación, y trazar la secuencia cronológica que va de la deforestación a la aparición de las enfermedades.
REFERENCIA
Foto: Rini Sulaiman/Norwegian Embassy cifor.org