Un mito extendido entre negacionistas es que las vacunas contra la COVID-19 no son tales, sino una terapia génica, pero esto es una idea equivocada
Mientras las vacunas contra el virus SARS-CoV-2 que causa la COVID-19 han sido ampliamente aceptadas por la población española, con un 80% de vacunados y uno de los índices más altos de Europa. Si embargo, todavía se oyen algunas voces negacionistas que sostienen que las vacunas son en realidad una terapia génica experimental. Nada puede ser más falso.
Para empezar, todas las vacunas han superado las tres fases de ensayos clínicos necesarios para aprobar cualquier otro medicamento, con lo que no son más experimentales que las pastillas para la tensión o para el colesterol.
Para explicar por qué las vacunas no son una terapia génica, tenemos que ver cómo se fabrican y cuál es su mecanismo de acción. El ARN es una molécula estrechamente relacionada con el ADN y desempeña funciones diferentes pero igualmente importantes. Mientras que nuestra información genética se almacena en forma de ADN en el núcleo de la célula, el ARN actúa como intermediario, permitiendo que los genes se expresen, es decir, que las células fabriquen nuevas proteínas siguiendo las instrucciones del ADN.
Cuando un gen se expresa, su fragmento de ADN se copia en una cadena de ARN. Esto se conoce como ARN mensajero (ARNm), el tipo utilizado en las vacunas de Pfizer y Moderna. El ARNm sale del núcleo de la célula se utiliza como plantilla para fabricar una proteína. Una vez fabricada la proteína, el ARNm se descompone.
Cómo funcionan las vacunas ARNm
Todas las vacunas para COVID-19 funcionan presentando al sistema inmunitario del organismo una única proteína que aparece en la superficie del virus del SRAS-CoV-2, conocida como spike o «proteína de espiga». Como se trata de algo desconocido para el organismo, las células del sistema inmunitario desarrollan anticuerpos contra esta proteína. De este modo, si el cuerpo se encuentra de nuevo con la misma proteína (en particular, cuando una persona se infecta con el virus), el sistema inmunitario puede reaccionar mucho más rápidamente. Este proceso imita la forma en que nuestro cuerpo reacciona a muchas infecciones que encontraríamos de forma natural.
Aunque todas las vacunas funcionan aprovechando la proteína spike, la forma en que lo hacen es diferente. La vacuna de Oxford-AstraZeneca es un tipo de vacuna llamada vector viral. Funciona utilizando un virus inofensivo que ha sido alterado para tener la proteína del SRAS-CoV-2 en su superficie.
Las vacunas de ARNm de Pfizer-BioNTech y Moderna utilizan un enfoque diferente. En lugar de que la vacuna contenga la proteína en sí, contienen instrucciones sobre cómo fabricar la proteína, para que las células de nuestro cuerpo puedan fabricarla.
El ARNm está empaquetado en una cápsula llamada nanopartícula lipídica, que actúa como vehículo de entrega para permitir que el ARNm entre de forma segura en las células del cuerpo. A partir de ahí, el ARNm recibe el mismo tratamiento que cualquier otro: las células lo utilizan como plantilla para construir la proteína y luego lo descomponen. Una vez que la célula vacunada fabrica la proteína de la espiga, ésta provoca una respuesta inmunitaria de la misma manera que las vacunas tradicionales.
Como los ARNm son descompuestos por la célula después de haber sido utilizados, el ARN de la vacuna no persiste en las células. Son como un conjunto de instrucciones que se utilizan una sola vez y que el cuerpo «olvida». Precisamente por este motivo no tienen nada que ver con cómo funcionan las terapias génicas.
La diferencia entre terapia génica y terapias de ARNm
Las terapias génicas implican la realización de cambios deliberados en el ADN del paciente para curar o aliviar una enfermedad genética. Puede ser añadiendo una copia funcional de un gen, desactivando un gen que produce un producto defectuoso o cambiando la activación del gen. Este tipo de terapias se están empleando para curar enfermedades congénitas, por ejemplo, usando CRISPR.
El ARNm de las vacunas no entra en el núcleo de la célula ni interactúa en absoluto con el ADN, por lo que no constituye una terapia génica.
Las terapias génicas pueden tener efectos duraderos porque cambian permanentemente el ADN de la célula, y estos cambios son heredados por cualquier célula hija que resulte si la célula se divide. En cambio, los ARNm son siempre transitorios y no son heredados por las células hijas, lo que los hace ideales para su uso en vacunas.
Aunque las terapias con ARNm han sido objeto de ensayos clínicos durante muchos años, su papel en la lucha contra el COVID-19 no ha hecho sino acelerar el interés por su utilidad para combatir otras afecciones, como las enfermedades raras y el cáncer.