Incluso entre las moscas de la fruta y los gatos domésticos hay un 20% de los miembros de estas especies que podrían ser definidos como “lentos” y otro 80% a los que se considera “rápidos”. Los primeros, son más tranquilos, ahorran energía y se exponen menos, por lo que también tienen menos probabilidades de caer en las garras de un depredador. Los segundos salen a buscar comida a cualquier parte y asumen más riesgos, por lo que es más probable que sobrevivan cuando escasea el alimento. Así, según la teoría del biólogo David Sloan Wilson, ambas “personalidades animales” consiguen sobrevivir.
Pues algo parecido sucede entre los seres humanos. Varían las cifras, pero se estima que el 30% de la población es introvertida. En los últimos meses, la psicóloga estadounidense Susan Cain ha armado un gran revuelo con la publicación de su libro Tranquilo. El poder de los introvertidos en un mundo que no para de hablar (Crown Publishers). En él hace un alegato a la introversión y defiende que, aunque nos hayan hecho creer lo contrario, tiene muchas ventajas. De hecho, grandes hombres y mujeres, como Bill Gates y Einstein, son o han sido introvertidos natos.
Mejor solo
Cain apunta en su libro a una investigación de Mihaly Csikszentmihalyi y Gregor Feist en la que aseguran que las personas más creativas en muchos campos suelen ser introvertidas. ¿El motivo? Que la soledad y la capacidad de concentración son dos componentes indispensables para que la habilidad creativa se transforme en innovación. Con esto tiran por tierra uno de los grandes errores, según estos autores, de la sociedad moderna: el ensalzamiento excesivo del pensamiento de grupo. “Desde Darwin a Picasso, nuestros grandes pensadores han trabajado a menudo en soledad”, dice Cain.
Otro estudio que apoya esta tesis es el del psicólogo de la Universidad de Florida K. Anders Ericcson. Este investigador pidió a tres grupos de violinistas que apuntaran sus rutinas diarias. Cuando las puso en común, vio que todos pasaban las mismas horas a la semana participando en actividades relacionadas con la música, pero los más virtuosos dedicaban más parte de ese tiempo a practicar en solitario. Con lo que concluye su trabajo afirmando que lo que lleva a la maestría en una disciplina es la práctica deliberada, algo que los introvertidos tienen en su ADN. Sin embargo, la sociedad actual nos ha vendido que el éxito es de los extravertidos.
El buen jefe
“Los introvertidos pasan inadvertidos en la guardería, la escuela y las empresas. Convivimos con un sistema de valores que yo defino como ‘Ideal Extravertido’, que defiende que hay que ser sociable y estar siempre en primera línea. Nos gusta pensar que valoramos la individualidad, pero en realidad solo valoramos un tipo de individuo: aquel al que le gusta exponerse”, apunta Cain. Por esto, otro gran mito que pretende derrocar en su libro es que los introvertidos no pueden tener éxito y ser buenos líderes. Para conseguirlo, alude al trabajo del investigador de la Universidad de Michigan y autor del blog The introvert leader (el líder introvertido) Adam Grant. Según Grant, los líderes introvertidos tienen muchas ventajas.
Cuestión de energía
Tienen una gran capacidad para escuchar las propuestas de sus empleados, en lugar de imponer las suyas, y están más concentrados en conseguir la meta final que en su propio ego. Además, son más reflexivos a la hora de tomar decisiones y transmiten calma en momentos delicados.
Y, según explica Cain, a la luz de las últimas investigaciones científicas ser introvertido o extravertido depende de nuestras estructuras biológicas. “Simplificándolo mucho, digamos que hay personas que evitan la estimulación (introvertidos) y otras que necesitan consumirla en grandes cantidades (extravertidos)”, asegura Victoria del Barrio, profesora de Psicología de la Personalidad en la UNED. Y continúa: “Hay dos tipos de estructuras del sistema nervioso que determinan si seremos introvertidos o extravertidos. Una que es amplificadora de estímulos, es decir, que necesita poca estimulación para activarse; y otra que es inhibidora, lo que significa que necesita mucha más estimulación para ponerse en marcha. Además, el tipo de activación es diferente: en los introvertidos se consigue de forma focalizada, es decir, condensada en una zona cerebral. Sin embargo, en los extravertidos la activación es más difusa (tienen una mayor superficie cerebral “encendida”), y esta también es más leve”.
Por otra parte, la doctora Debra L. Johnson, de la Universidad de Iowa, quien ha estudiado el cerebro de ambos, asegura: “Los escáneres cerebrales revelan que los introvertidos tienen más actividad en los lóbulos frontales del cerebro y el tálamo. Estas áreas se activan cuando el cerebro de una persona realiza funciones tales como recordar, resolver problemas y planificar. Los extravertidos, por su parte, muestran más actividad en el cíngulo anterior, el lóbulo temporal y el tálamo posterior. Estas áreas son las que están más involucradas en el procesamiento sensorial y las emociones”.
Y estas diferencias en el estilo cognitivo y sensorial coinciden con las cualidades asociadas con la introversión y la extraversión.
Según una investigación realizada por John Brebner y Chris Cooper: “Los extravertidos piensan menos las cosas y actúan más rápidamente, mientras que los introvertidos son más reflexivos y planifican las cosas”.
Por otra parte, Susan Cain afirma: “Los introvertidos no son más listos que los extravertidos. De acuerdo con los valores de CI, los dos tipos de personalidad tienen cocientes intelectuales parecidos. Y en algunas habilidades, especialmente las que están relacionadas con las presión social y la multitarea, los extravertidos tienen más habilidad que los introvertidos”.
“Incluso”, asegura Del Barrio, “esta estructura biológica hace que los introvertidos estén más activos por la mañana que por la tarde, porque conforme pasa el día se les van recargando las baterías de la estimulación, mientras que los extravertidos funcionan al contrario. También los extravertidos tienen un umbral del dolor más alto, porque tardan más en captar esta estimulación”.
De fuera adentro
Pero a lo largo de la vida, ¿un introvertido puede volverse más extravertido, y viceversa? “La estructura cerebral sí está predeterminada, pero se pueden trabajar ciertas habilidades. Yo misma soy una introvertida adulterada por una familia numerosa. Porque he aprendido desde niña a estar con mucha gente, pero mi tendencia es a aislarme del ruido exterior y concentrarme en una cosa”, afirma Del Barrio.
Y es que los introvertidos no son tímidos; es decir, no tienen el miedo al juicio de los demás que paraliza a los tímidos. Solo se cansan con el sobreestímulo de las relaciones sociales. Pero son grandes amigos y no tienen problemas para hablar en público, si se entrenan. Y una defensa de los introvertidos no es una ofensa a los extravertidos; ambas personalidades son complementarias. “¿Qué habría sido de la lucha por la igualdad en EEUU si Rosa Parks no hubiera aportado la chispa que prendió ‘el sueño’ del extravertido Martin Luther King?”, termina Cain.