Felix G. Sulman, investigador de meteoropatías de la Universidad Hebrea de Jerusalén, halló en un grupo de voluntarios sometidos a vientos secos y cálidos que se había incrementado la producción de serotonina hasta en un 1.000%. Aunque el exceso de iones positivos de estas corrientes afecta a todos, solo la cuarta parte de la población presenta una sensibilidad extraordinaria. Esta diferencia permitió a Sulman determinar cinco grados de meteorosensibilidad. Y son los siguientes:
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