La pandemia provocada por el coronavirus SARS-CoV-2, responsable de la enfermedad COVID-19 mantiene al mundo científico en vilo. Desde los epidemiólogos, genetistas, expertos en virología, en biología molecular, matemáticos… Todos ellos y más centrados en la caza y captura de vacunas y medios para evitar la propagación y reducir los efectos a nivel local y global.
Pero todo ello requiere tiempo y una de las estrategias más comunes para intentar comprender mejor una especie, en este caso un virus, es compararlo con otros miembros de su “familia”.
Un reciente estudio científico, publicado en Science y firmado por expertos de la Universidad de Harvard, ha hecho precisamente esto con el objetivo de conocer mejor al enemigo.
“Utilizamos estimaciones de estacionalidad, inmunidad e inmunidad cruzada para los betacoronavirus OC43 (uno de los responsables del resfriado común) y HKU1 (un coronavirus más vinculado al virus de la hepatitis de ratón que al anterior) para crear un modelo de transmisión de SARS-CoV-2 – señalan los autores en el estudio –. Los resultados obtenidos nos dan una previsión de que los brotes recurrentes de SARS-CoV-2 durante el invierno probablemente ocurrirán después de la onda pandémica inicial”.
¿Qué significa esto? Para el equipo, liderado por Marc Lipsitch, si el virus responsable de COVID-19 tiene alguna similitud con OC 43, la inmunidad a gran escala será un objetivo que alcanzaremos en 2022. Para el equipo de Lipsitch no se trata de alarmismo sino de anticiparse a los escenarios más factibles con el conocimiento actual. “Incluso en el caso de una eliminación aparente – concluyen los autores –, la vigilancia del SARS-CoV-2 debe mantenerse ya que un resurgimiento del contagio podría ser posible hasta 2024”.
A la prensa le encanta estos títulos sembradores de pánico.