Una gran parte de los seres humanos nos hemos adaptado para digerir leche a cualquier edad, pero ¿por qué? Un nuevo estudio encuentra una sorprendente explicación
La explicación habitual de la tolerancia a la lactosa es que ser capaces de digerir leche en la edad adulta supuso una ventaja nutricional para la especie humana, y esta predisposición se extendió a ciertas poblaciones a lo largo de la historia. Pero según un nuevo estudio, hay otros dos factores de selección que fueron más importantes en su propagación: las enfermedades y el hambre.
Los investigadores explican que las personas con intolerancia a la lactosa que consumían leche se veían más afectadas por las enfermedades y el hambre y, por tanto, tenían más probabilidades de morir que las personas con tolerancia hereditaria a la lactosa. Esto provocó una selección de aquellos individuos capaces de digerir la lactosa.
En Europa, la mayoría de los adultos pueden digerir la leche sin problemas porque producen la enzima lactasa en sus intestinos, capaz de descomponer el azúcar de la leche. Esta capacidad se basa en lo que se conoce como persistencia de la lactasa, un rasgo genético que hace que la producción de esta enzima se mantenga más allá de la infancia. Sin embargo, no es así para otras poblaciones en el mundo. Globalmente, dos tercios de los adultos no pueden digerir la lactosa, por lo que ésta acaba en su intestino grueso. Si se toma en grandes cantidades, su descomposición por parte de las bacterias intestinales puede provocar los típicos síntomas de intolerancia a la lactosa: flatulencias, diarreas y calambres.
El rasgo genético de la persistencia de la lactasa ha evolucionado varias veces en los últimos 10.000 años y se ha extendido en diferentes poblaciones consumidoras de leche de Europa, Asia Central y del Sur, Oriente Medio y África. Sin embargo, la tasa de propagación de la predisposición parece ser más alta de lo esperado. Según los investigadores del University College de Londres, autores del nuevo estudio, una selección natural tan fuerte es difícil de explicar.
La accidentada historia de la tolerancia a la lactosa
Como base para su estudio, los científicos elaboraron primero una base de datos de casi 7.000 residuos orgánicos procedentes de vasijas cerámicas arqueológicas. Esto refleja el hecho de que la leche se ha utilizado ampliamente en la prehistoria europea desde los inicios de la agricultura, hace casi 9.000 años. A continuación, los investigadores relacionaron esta información sobre el uso prehistórico de la leche con sus hallazgos sobre la evolución de la persistencia de la lactasa, basándose en secuencias de ADN de los restos de más de 1.700 individuos prehistóricos.
Según éstos datos, la predisposición a la persistencia de la lactasa apareció por primera vez hace unos 5.000 años. Hace 3.000 años, ya estaba presente con una frecuencia significativa, y hoy es muy común, especialmente en el norte de Europa, según los análisis.
A continuación, los investigadores aplicaron un método estadístico para investigar hasta qué punto los cambios en el consumo de leche a lo largo del tiempo explican la selección natural para la persistencia de la lactasa. En concreto, esto significa que la ventaja de la predisposición tuvo que ser tan grande que ayudó a los portadores a tener una descendencia significativamente mayor en comparación con las personas no tolerantes a la lactosa.
La rapidez de la propagación de este rasgo genético no puede explicarse solo por una ventaja nutricional. ¿Qué impulsó entonces esta selección natural? Según los investigadores, el consumo de leche estuvo muy extendido en Europa durante al menos 9.000 años y las personas sanas, incluso las que no tenían persistencia de lactasa, podían consumir leche fácilmente sin enfermar.
Sin embargo, en las personas que no tienen persistencia de lactasa, el consumo de leche conduce a una alta concentración de lactosa en el intestino, lo que produce diarrea, deshidratación y podría conducir a una alta mortalidad combinada con otras enfermedades infecciosas.
Las hambrunas prehistóricas también influyeron. Según los investigadores, si uno está sano pero es intolerante a la lactosa y bebe mucha leche, puede sufrir calambres, quizá diarrea y flatulencia. No es agradable, pero tampoco es fatal. Pero si está gravemente desnutrido y tiene diarrea, entonces se pone en peligro su vida. Cuando sus cosechas fallaban, los pueblos prehistóricos eran más propensos a consumir leche no fermentada con alto contenido en lactosa, exactamente cuando no debían hacerlo.
La conclusión es que durante las hambruna y las epidemias en la prehistoria, el consumo de leche probablemente provocó un aumento de las tasas de mortalidad en las personas que no tenían persistencia de lactasa. Quienes quedaron, nuestros antepasados, toleraban la lactosa, y así ha llegado el rasgo hasta nosotros.
REFERENCIA
Dairying, diseases and the evolution of lactase persistence in Europe