1¿Alguien sabe exactamente qué demonios es este sentimiento?
Una emoción, una locura, una sensación, una actitud… donde caben la generosidad, la pasión, la admiración, la exclusividad, la empatía… Sin embargo, la fría visión evolutiva lo convierte en un potente instrumento destinado a transmitir los genes individuales para perpetuar la especie.
2 ¿Se puede amar a cosas?
Incluso a monumentos (arquitectónicos). Erika, una ex soldado californiana de 36 años, pasó a apellidarse La Tour Eiffel cuando se casó en París, en 2007, con la famosa torre. Sufre síndrome de estrés postraumático tras abusos sexuales en su infancia, y también mantiene una relación física con un fragmento de valla que guarda en su dormitorio. Como ella, la sueca Eija-Riitta cambió su apellido a Berliner-Mauer al desposar al amor de su vida: el muro de Berlín. Muchas de las “objetosexuales”, como se denomina a estas personas, son mujeres diagnosticadas con el síndrome de Asperger, del espectro autista. El psicólogo Jerry Brooker explicó en un documental de la TV británica que: “Quien se enamora de un objeto puede controlar la relación, nunca van a abandonarle, y eso resulta muy atractivo para personas solas”.
3 ¿Dónde está?
Aunque la tradición insista en situarlo en el corazón, reside en el cerebro. Y puede verse. Un equipo interdisciplinar americano dirigido lo consiguió con resonancias magnéticas funcionales a 17 chicos y chicas jóvenes recién y totalmente enamorados. En todos ellos detectaron especial actividad neuronal en zonas cerebrales que controlan la motivación y la recompensa.
4 ¿Puede durar siempre en su forma más romántica?
Sí, al menos para algunos. Arthur Aron, de la Universidad Stony Brook de Nueva York, realizó en 2009 escáneres a parejas que llevaban juntas 20 años y a otras en pleno flechazo. Tanto estos romeos y julietas como una de cada diez parejas maduras reaccionaron a la foto de su media naranja con una explosión de dopamina (hormona del placer) en el cerebro. Además, comprobaron que los mapas mentales del amor en esas parejas maduras eran muy parecidos a los de los animales que se aparean para toda la vida, como los cisnes, los zorros grises y los ratones de campo.
De hecho, estos últimos ayudaron a Helen E. Fisher a descubrir cómo se van modelando en la materia gris los amores a largo plazo. Tanto la gente como los roedores con parejas “de toda la vida” ofrecían una actividad mayor en zonas cerebrales con abundantes receptores de vasopresina, relacionada con la formación del vínculo emocional. Fisher asegura que: “Los humanos han desarrollado tres sistemas cerebrales interrelacionados para aparearse y reproducirse: el impulso sexual, el amor romántico y la unión con una pareja a largo plazo”. Según su estudio, el amor romántico, que puede transformarse en sentimientos de unión, es una de las experiencias humanas más poderosas, muchísimo más que el impulso sexual.
5¿Se es más feliz con el apasionamiento inicial o con l a compañía duradera?
El primero proporciona un gozo emocional inmediato (sobre todo a los hombres) y el segundo más satisfacción vital (sobre todo a las mujeres), según un estudio hecho en Corea y EEUU.
6 ¿Existe en todas las culturas?
Sí, y si no lo vemos es porque no sabemos mirar. Esto (más o menos) es lo que dijeron algunos miembros de la Sociedad Antropológica Americana a Jankowiak y Fisher cuando estos aseguraron haber encontrado evidencias del amor apasionado en 147 de las 166 sociedades que analizaron. Sin embargo, no todo el mundo lo asocia con sonido de violines. Cuando Philip Shaver, Shelley Wu y Judith Schwartz sondearon las emociones de los jóvenes estadounidenses, americanos y chinos, se encontraron con un sorprendente contraste. Mientras los occidentales calificaban el amor apasionado y el de compañía como muy positivo, para la juventud china suponía una experiencia más bien sombría y triste. Para calificar el amor apasionado empleaban términos como encantamiento, sentimiento no correspondido, nostalgia y pena. Además, los estudiantes de una y otra parte del mundo opinaban que los otros abordaban el tema con una absoluta falta de realismo.
7 ¿Tiene fases ‘fijas’?
No funciona como un reloj, aunque los expertos suelen coincidir en atribuir al período de enamoramiento entre 12 y 15 meses. A partir de ahí, el torbellino empieza a serenarse, aunque no se estanca. Las relaciones nunca dejan de experimentar transformaciones, más o menos notorias.
8 ¿A qué edad se siente?
A los tres añitos. Y no se trata de nada que tenga que ver con el cariño de guardería: auténtico amor sexual y apasionado que se manifiesta tanto en el lenguaje como en los actos de los tiernos infantes. Es algo que ya descubrió Sanford Bell a principios del siglo XX. Y hasta los 8 años se declaran y se lo cuentan a otros sin problema.
9 ¿Por qué se pinta de rojo?
Porque a ellos les gusta más. Al menos, cuando envuelve el cuerpo de una mujer. Además de tener muchas más posibilidades de que un hombre le pida una cita, una chica de rojo verá cómo él se gasta más dinero en la cuenta del restaurante que si hubiera elegido el clásico vestido negro. Esa fue la reacción que tuvo un grupo de voluntarios de unos experimentos dirigidos por Andrew Elliot, de la Universidad de Rochester (Reino Unido). Los autores atribuyeron raíces biológicas a esa predilección, ya que, por ejemplo, las hembras de babuinos y chimpancés también exhiben el color rojo en sus cuerpos para atraer a los machos.
10 ¿Cómo lo medimos?
No hay un sistema métrico universal, pero sí se han desarrollado escalas para cuantificarlo. Una de las más conocidas, la de Robert J. Sternberg, lo considera una combinación de tres elementos: intimidad, pasión y compromiso. La intensidad de cada uno y su relación con los otros configuran el significado particular que cada uno de nosotros atribuye al “te quiero”.
Otro de los intentos por captar ese significado es el de Zick Rubin, empeñado en distinguir el amor del cariño. Según este psicólogo, el primero tiene tres componentes: la preocupación por el bienestar del otro, el apego y la intimidad, que pueden detectarse por medio de la batería de preguntas que componen su escala. En la misma línea trabajaron Elaine Hatfield y Susan Sprecher, que elaboraron un test (el PLS) para identificar si se está sintiendo amor apasionado.
11 ¿Cuántas formas tiene?
Muchas. Existe el amor materno, el fraternal, el filial, el paterno, etc. Pero si escuchamos el término de forma aislada, solemos asociarlo con el romántico y apasionado. Los investigadores Elaine Hatfield y Richard Rapson lo consideran una emoción ardiente e intensa, y lo describen en su libro Amor, sexo e intimidad como “un estado de intenso anhelo por unirse al otro.
El amor apasionado es un todo complejo y funcional que incluye valoraciones y apreciaciones, sentimientos subjetivos, expresiones, procesos fisiológicos con una pauta ya fijada, tendencias a la acción y comportamientos destinados a alcanzar un objetivo. Si se ve correspondido (y se alcanza la unión con el otro), va asociado a la plenitud y el éxtasis, pero la separación conlleva vacío, ansiedad, desesperación”. El denominado “de compañía” se define como un amor más profundo, sereno y comprometido.
Pilar Gil Villar