Una célula humana es, aproximadamente 10.000 veces más efectiva energéticamente que cualquier nanotransitor digital (el principal componente de los chips electrónicos). En un segundo, una célula, es capaz de realizar 10 millones de reacciones químicas consumiendo en esta tarea un picovatio ( la billonésima parte de un vatio).
El profesor del MIT Rahul Sarpeshkar está aplicando los principios de ingeniería de estas células supereficientes en términos energéticos para diseñar circuitos electrónicos que en el futuro se utilizarían en superordenadores que anticipen la respuesta de células complejas a ciertas drogas.
Sarpeshkar, es un ingeniero eléctrico que se ha especializado en la búsqueda de los lazos entre biología y su propio campo. En el 2009 ha ideado un chip que imita la cóclea humana y sirve para separar y procesar las señales de un teléfono móvil, una radio, un mp3 o la televisión de un modo mucho más rápido y eficiente de lo que hasta ahora se creía posible.
Este chip es un ejemplo del campo de la electrónica neuromórfica, dedicada a estudiar e imitar las estructuras biológicas del sistema nervioso (como la cóclea, la retina o las neuronas) y utilizarlas en circuitos.
En esencia, las células pueden ser vistas como circuitos, que en lugar de electrones y transistores, recurren a moléculas, iones, proteínas y ADN para desempeñar una función. Así se podrían crear ordenadores químico-celulares (tal como los denomina Sarpeshkar) que imiten reacciones químicas, algo que se podría aplicar en el el estudio de la función de ciertos genes.
Pero a largo plazo, el proyecto de Sarpeshkar es más ambicioso: desarrollar circuitos que imiten las interacciones dentro del genoma celular, una herramienta que permitirá a los científicos comprender y tratar dolencias como el cáncer y la diabetes. “En el futuro hasta se podría estimular el cuerpo entero gracias a estos chips” cree Sarpeshkar.
Juan Scaliter