Ellos se apuntaron a la nueva confección antes que ellas. No todos podían permitirse el lujo de acudir al sastre para hacerse trajes a medida, así que empezaron a usar las holgadas ropas que servían lo mismo a una persona delgada que a una mediana. Las tallas llegaron luego. En 1720 ya se había popularizado, para disgusto de los sastres, que llegaron a pedir al Parlamento inglés que prohibiera el prêt-à-porter.
Redacción QUO