En el año 2007, el equipo brasileño de fútbol Flamingo visitó al Real Potosí, Bolivia, en su estadio a casi 4.000 metros sobre el nivel del mar. Los jugadores del Flamingo iban perdiendo 0-2 y solicitaron oxígeno embotellado para combatir los efectos de la altura. Finalmente lograron un empate, pero el resultado no impidió que elevaran un queja a la FIFA, argumentando que los estadios ubicados en la cordillera andina no eran adecuados para el deporte.
En primera instancia, la FIFA les dio la razón…Hasta que Colombia, Ecuador, Bolivia y Perú argumentaron que con esa medida, se les “expulsaba” de los encuentros internacionales. Y la FIFA dio marcha atrás.
Hoy la altura, por diferentes factores, vuelve a estar sobre el tablero. El Mundial de Sudáfrica que comenzará el viernes, tiene varios estadios ubicados por encima de los 1.500 metros de altura. ¿Podría influir esto en el rendimiento de los deportistas?
Para responder a esta pregunta, la FIFA invitó a especialistas en medicina a intercambiar ideas. Desafortunadamente, aún no se ha hecho ningún estudio específico sobre la altura en el fútbol, por lo que los científicos tuvieron que recurrir a investigaciones realizadas en otros deportes: atletismo, escalada y esquí.
Las primeras conclusiones mostraron que debajo de los 500 metros, el rendimiento no se ve afectado. A partir de esta cota, se observan algunos efectos negativos: aumento del ritmo cardíaco, dificultades respiratorias y descenso del rendimiento. Y estos efectos se incrementan a medida que aumenta la altura.
La causa de esto es que a mayor altitud se reduce la presencia de oxígeno en el aire y, por lo tanto, los deportistas también reducen sus niveles de oxígeno en sangre. Esta reducción, de acuerdo con los investigadores, es de un 6% por cada mil metros. Llevando a que atletas lleguen al límite de sus fuerzas un 14% más rápido por cada millar de metros ascendidos.
Para contrarrestar estos efectos, la FIFA recomienda un período de adaptación de entre 3 y 5 días. Aún así hay letra pequeña en esta investigación: las selecciones que desciendan al nivel del mar, también podrían ver afectado su rendimiento, según descubrieron los expertos.
Esto se debe a que no solo el rendimiento físico ha sido la variable de peso. También la aerodinamia del balón. A mayor altura el aire es menos denso y esto afecta la velocidad a la que llega y también su giro, para los disparos con efecto.
De acuerdo con los expertos, en la altura el balón llegaría a manos del portero ( o a la cabeza del goleador) antes que a nivel del mar y es algo que los equipos nacionales deben considerar a la hora de la estrategia, ya que el balón no gira en la altura. Al menos eso aseguró en 1996 el seleccionador nacional argentino Daniel Pasarella al jugar (y perder) un partido contra Ecuador.
El físico Daniel de Florián, de la Universidad de Buenos Aires, explica que «el efecto del balón, la parábola, tiene una rotación propia que lo que hace, además de moverla hacia delante, es arrastrar el aire que está alrededor del esférico, que se pega, gira y pasa más rápido de un lado que del otro. Al tener más presión de un lado automáticamente la pelota hace una parábola. Pero tambien aclara que en cierto sentido, Pasarella tenía razón: «El técnico había dicho que la pelota no dobla en la altura, lo que es una exageración, aunque debemos reconocer que dobla menos (por la menor densidad del aire)».
La última vez que la altura jugó un papel importante en una copa del mundo fue en México 1986. Allí, Argentina, que sería la ganadora del torneo, jugó todos sus partidos por encima de los 2.000 metros. Si eso fue una ventaja, este año no se repetirá, ya que los equipos alternarán entre los más de 1.500 metros de Johanesburgo y el nivel del mar de Ciudad del Cabo.
Juan Scaliter
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