Hace unos meses, un fabricante de lubricantes de automóvil llevó a Cristiano Ronaldo a un centro de alto rendimiento en Madrid para detectar cuáles son las armas que le hacen tan especial. Además de sus capacidades físicas evidentes, también analizaron sus habilidades mentales. Le pusieron unas gafas de rastreo ocular que pretendían registrar dónde fija su atención CR7 cuando juega. El resultado fue impresionante. Su mirada hacía movimientos precisos desde el balón hasta la cintura del contrincante, adelantándose siempre al movimiento que iba a hacer.

Según la psicóloga del deporte Zoe Wimhurst: “Si le preguntaras a él, no sabría decirte adónde está mirando, porque todo está en su subconsciente. Él sabe dónde recoger la información que necesita para obtener los mejores resultados”. Muchas horas de entrenamiento y miles de partidos jugados se lo han enseñado, y lo hace inconscientemente, como cualquiera de nosotros es capaz de llegar al trabajo en coche sin pensar en qué marcha estamos metiendo. En la década de 1970, el neurólogo Benjamin Libet revolucionó la neurociencia al revelar que nuestro cerebro toma decisiones antes de que seamos conscientes de ellas. “Se trata de un mecanismo de supervivencia que desarrollamos tras años de competencia por subsistir y reproducirnos en un medio hostil”, asegura Manuel Martín-Loeches, neurocientífico del Instituto Carlos III de Madrid.

Más inteligentes

De hecho, según el propio Martín-Loeches los futbolistas de élite actuales no son más que el mayor exponente del cazador y guerrero con cerebro altamente preparado en que se ha convertido el Homo sapiens moderno. “Un partido de fútbol es nuestro equivalente actual a un campo de batalla primigenio o a la cacería en grupo de un antílope de la sabana, por lo que es normal que los jugadores demuestren tener unas capacidades físicas y mentales muy superiores para la actuación rápida y coordinada en un espacio amplio que contiene amigos, enemigos y objetivos que han de alcanzar”, asegura Martín-Loeches.
Así lo demuestra un estudio realizado por investigadores del Instituto Karolinska de Estocolmo y publicado en la revista PLoS ONE en abril, que concluye: “Los futbolistas profesionales tienen más capacidades cognitivas que la media de la población. Y esta es aún mayor cuanto mayor es la categoría en la que juegan”.

Sus autores estudiaron las funciones vinculadas con el pensamiento y razonamiento abstractos de 83 futbolistas de distintas categorías de la Liga sueca. Entre las cosas que analizaron destacaban la anticipación visual, el reconocimiento de patrones, el cálculo de probabilidades en una situación, la creatividad y la toma de decisiones estratégicas. En todas estas habilidades, los futbolistas obtuvieron mejores resultados que el común de los mortales, pero sobre todo sobresalieron en la función cerebral ejecutiva; es decir, aquella que implica una buena capacidad mental para solucionar problemas inmediatos de forma creativa y llevar a cabo varias tareas a la vez, así como la memoria precisa para recordar información almacenada en el pasado y aplicarla en el presente.

De hecho, según André Roca, investigador del Research Institute for Sport and Exercise Sciences de la Universidad John Moores de Liverpool: “Estas habilidades de inteligencia en el juego son las que dan al futbolista una ventaja para adivinar los movimientos del contrincante y adelantarse en el juego. Y también son la clave que diferencia a un buen jugador de una estrella. Es el caso de Messi, por ejemplo, que tiene una capacidad extraordinaria para adivinar cuál es la mejor decisión, gracias a su gran capacidad para leer el juego y concentrarse solo en la información relevante”. Pero ¿con estas capacidades se nace o se tienen que adquirir?Para saberlo, Roca ha evaluado estas habilidades, las relativas a la anticipación y la toma de decisiones, en jugadores de fútbol con diferentes niveles de entrenamiento durante su infancia y adolescencia.

¿El resultado? “Nuestra conclusión es que el entrenamiento intensivo, como el de los niños que juegan al fútbol en la calle a diario entre los 6 y los 12 años, es clave para desarrollar este tipo de inteligencia para el juego en un futuro”, afirma Roca. Y la biografía de algunos de los mejores jugadores del mundo, como el propio Messi, Pelé y CR7, demuestra que esto es así.

Por otro lado, en los últimos tiempos el trabajo de los neurocientíficos ha concluido que muchas de las decisiones que tomamos de forma inconsciente proceden de las emociones. “El sistema cerebral que las procesa reacciona rápidamente ante los estímulos mucho antes incluso de que seamos conscientes de ellos. La sensación emocional resultante nos pondría en guardia inmediatamente para actuar: huir o atacar”, termina Martín-Loeches.
A menudo, cuando hablamos de emociones se piensa que se trata de algo impulsivo que no requiere de conocimientos ni de lógica. Y esto no es así. Las emociones también pueden ser educadas y entrenadas. Y aquí es donde los psicólogos deportivos, cada vez con más presencia en el fútbol de élite, tienen mucho que aportar.

Jugadores en el diván

Patricia Ramírez, psicóloga deportiva del Real Betis, lo explica muy bien: “Nuestro trabajo consiste en controlar las variables psicológicas que afectan al rendimiento deportivo. La concentración, atención, toma de decisiones, el estilo cognitivo, el manejo de la suerte, la atribución de responsabilidad, manejar la ansiedad competitiva, etc. Todo esto puede incrementar o disminuir la eficacia en el terreno de juego. Tener estas variables bajo control es tan importante como estar bien alimentado y físicamente entrenado”.

En el caso del Betis, su intervención fue especialmente señalada como uno de los secretos de la buena temporada que hicieron para conseguir de nuevo el ascenso a primera. De hecho, su cara se ha hecho popular entre los aficionados al fútbol porque los jugadores le han dedicado algunos tantos esta temporada.

Una de las situaciones en la que parece más difícil mantener la concentración es cuando un equipo se enfrenta a un partido decisivo, como los que tendrá que afrontar la selección española en esta Eurocopa. Para estos momentos, Ramírez recomienda aprender a manejar la presión: “Necesitamos saber controlar los niveles de activación, tanto por exceso como por defecto. Cada jugador tiene un nivel de actividad en el que es eficaz. Existen técnicas para incrementar la activación (autoinstrucciones, dinámicas de grupo, la misma música en un volumen alto, visualización, etc.) y otras que la disminuyen y controlan los niveles de ansiedad, como la respiración, la relajación y la manera de hablarnos a nosotros mismos”.

En cuanto al eterno debate sobre la inteligencia de un futbolista de élite, Ramírez apunta: “Es poco acertado asegurar que los jugadores de fútbol son poco inteligentes porque no tienen estudios académicos. Hay una inteligencia para las matemáticas y otra relacionada con el talento para el deporte. Los futbolistas la manifiestan en cómo se anticipan, cómo entienden las reglas y el juego. Para jugar a ciertos niveles hay que tener un talento sobrenatural, entrenarlo de forma profesional y tener la cabeza muy bien amueblada para ser capaz de sacarle el máximo rendimiento y entender lo que el grupo y el entrenador esperan de ti”.

Rafa Benítez, entrenador con muchos títulos en su haber, incluida una Champions League con el Liverpool, asegura: “Para ser un jugador de élite hay que contar con la personalidad suficiente para desenvolverse en situaciones cambiantes, estresantes y muchas veces difíciles de controlar. Cuanto mejor te adaptes a todas esas circunstancias, más tiempo puedes permanecer en un gran equipo de élite”.

Si a cualquiera de nosotros nos preguntaran (lo he comprobado) por los jugadores más inteligentes que conocemos, seguro que coincidiríamos en citar a quienes juegan en el centro del campo, y los Xavis (Alonso y Hernández) se llevarían la palma. ¿Por qué? “Esto se debe a que son los encargados de analizar lo que pasa y encontrar soluciones a los problemas en una zona con muchos rivales y muy poco espacio. Tienen jugadores del equipo contrario a su alrededor y no saben lo que pasará, cuál será la siguiente secuencia.

Por eso, los buenos son los que tienen la capacidad de acertar en la toma de decisiones rápidas, decididas, y eso, lógicamente, no está al alcance de cualquier futbolista. De ahí que se considere a algunos más valiosos en según qué tipo de misiones; aunque todas son muy importantes, pues se trata de un juego de equipo”, aclara Benítez.

Todos a una

Antes de la final de la Europa League, Marca entrevistó al que ha sido una de las revelaciones de la liga, el brasileño Diego Ribas, quien afirmaba: “Cuando el resultado colectivo es bueno, los jugadores tienen un gran rendimiento individual. Y esto es lo que ha pasado conmigo”. Efectivamente, el fútbol no es solo la suma de buenos jugadores. En el equipo es donde reside la inteligencia definitiva, la colectiva. Es precisamente el entrenador el que hace las veces de su director de orquesta. Vicente del Bosque en nuestra selección, Josep Guardiola y sus últimas temporadas, José Mourinho y sus éxitos dentro y fuera del Madrid, y la excelente temporada de Marcelo Bielsa en el Athletic, son algunos ejemplos de entrenadores con excelentes resultados y formas distintas de hacer las cosas.

Según afirma el neurocientífico Antonio Damasio en el documental Fútbol, Inteligencia colectiva: “Cada jugador debe tener una idea de cómo funciona el conjunto, y un buen entrenador deberá saber transmitir esta idea general para que el jugador sepa dónde encaja, cual es su contribución y que relación tiene con aquellos con quienes interactúa”.

Para Damasio, encajar en el mecanismo general es muy importante para poder compartir también las emociones colectivas de las que, según este neurólogo, nace la creatividad en un equipo. Solo hay que observar la armonía y la belleza del juego de nuestra selección para saber que esto es así. Esperamos poder disfrutar mucho tiempo de ella.

Redacción QUO