Eso es un insulto encomiástico, es decir, que pretende halagar (encomiar) algo del interlocutor. Tanto los lingüistas como los psicólogos coinciden en que tienen dos funciones muy similares. La primera es hacer ver que la amistad o cercanía con el otro es tal que no le importa que le dediquemos una mala palabra. La segunda es una tentativa: a veces se emplea precisamente para medir el nivel de cercanía de una relación. Cuanto mayor sea el improperio que aguante el otro, más confianza demuestra concedernos.
Redacción QUO