Un estudio de la Universidad de Berkeley afirma que el gusto por determinados colores se debe a que nuestra mente los relaciona con las experiencias agradables que hemos tenido con objetos de dicha tonalidad. También podría ser un mecanismo evolutivo que nos ha llevado a asociar ciertos colores con salud y seguridad. Como el celeste, que para nuestros antepasados era sinónimo
de buen clima.
Redacción QUO