Algunos fenómenos, como la identificación entre los sonidos de /y/ y /ll/, ya están prácticamente establecidos. El debilitamiento de las vocales a final de palabra, o de las consonantes a final de sílaba, son propios de la tendencia al mínimo esfuerzo de cualquier hablante. Si nos dejamos llevar por ella, podrían imponerse también la concordancia del “haber” impersonal con “lluvias”, que el imperativo pierda la forma del vosotros, que algunos verbos irregulares vayan regularizándose o que se usen menos preposiciones delante del “que” relativo.
Redacción QUO