Las hubo. No fueron muchas, pero han pasado a la historia por teñir de sangre las costas del Caribe y de China.
Sin duda, la más célebre de todas fue Anne Bonny, de origen irlandés, nacida en 1705 e hija de un hacendado con grandes propiedades en Las Antillas. Desde la adolescencia Anne ya era todo un carácter. una auténtica pendenciera con faldas, que con catorce años compareció ante un magistrado por rasgarle la cara a un muchacho con un cuchillo de cocina; y con 18, ya había ampliado su currículum vitae matando en duelo a una cortesana llamada María Vargas, y arrancado la nariz de un mordisco a otra mujer en una pelea de taberna. Con tales antecedentes, Anne fue repudiada por su padre y acabó en brazos de un marino llamado James con quien contrajo matrimonio. Su esposo era solo un arribista que se casó con ella pensando que podría hacerse con la fortuna de la familia de la chica, pero al darse cuenta de que el padre no iba a soltar ni un doblón, la abandonó en las calles de Jamaica.
Fue en esa etapa cuando Anne conoció al amor de su vida, el pirata John Rackham. Se convirtió en su amante y también en su lugarteniente. Juntos asolaron todas las posesiones británicas del Caribe, y el gobierno de su graciosa majestad puso precio a sus cabezas.
Fue en uno de aquellos actos de pillaje, cuando Anne reparó en un prisionero muy especial. Un muchacho cuya belleza y delicadeza resaltaba por encima del resto. El chico no era lo que aparentaba ser, sino que se trataba de otra mujer llamada Mary Read que se había enrolado como marinero haciéndose pasar por hombre. Mary se convirtió en compañera inseparable de Anne y el capitán Rackham, los únicos a bordo que conocían cual era su verdadero sexo.
Hay que decir que Mary Read tenía tan mal carácter como su amiga Anne. En una ocasión discutió con uno de los piratas del barco, que le retó a un duelo. Ambos bajaron a tierra, y cuando su rival iba a disparar, Mary se abrió la camisa y le enseñó los senos. El pirata quedó tan desconcertado que fue incapaz de apretar el gatillo, lo que Mary aprovechó para liquidarle de un certero disparo en la cabeza. Ahora, ya todos sabían a bordo que Mary era una mujer. Se dijo incluso que ella, Anne y el capitán Rackham formaban un trío sentimental, aunque este extremo ningún historiador lo confirma.
Lo único cierto es que finalmente fueron apresados. John Rackham fue condenado a muerte y Anne y Mary se libraron de subir al cadalso porque las dos estaban embarazadas. Se dice que Anne presenció la ejecución de su amado Jack Rackham y que tras verle morir, pronunció las siguientes palabras. «Vivió y luchó como un hombre. No merecía morir como un perro«.
Y mientras Anne y Mary cumplían condena en un penal de Londres, en el otro confín del mundo, concretamente en el Mar de China, otra mujer recogía el testigo dejado por ellas. Se trataba de Ching Shihn, también conocida como Madame Shihn, una antigua prostituta que contrajo matrimonio conCheng I, el mayor pirata de Asia. Tras la muerte de su esposo, ella heredó el grado de capitán y la flota, llegando a tener a su mando nada menos que ¡2000 barcos! Con ellos derrotó a todas las flotillas que los gobiernos chino y británico enviaron contra ella.
A diferencia de Anne Bonnie y Mary Read, la pirata asiática no era una vulgar carnicera, sino que casi podría considerársela una precursora del feminismo. Un feminismo muy peculiar, todo hay que decirlo. Elaboró un código naval en el que se prohibía bajo pena de decapitación violar a cualquier prisionera femenina. Y si se diera el caso de que la violación hubiera sido consentida, la cautiva ultrajada era arrojada al mar encadenada viva.
En 1810, Ching Shihn, cansada de tantas luchas, se acogió a un indulto concedido por el gobierno chino, y pasó el resto de su vida dirigiendo el mayor burdel y la mayor casa de juegos de toda Asia. Jorge Luis Borges contó sus hazañas en su obra Historia de la infamia, y el cineasta Joseff Von Stemberg se inspiró en su figura para crear a uno de los personajes de su película El embrujo de Shangai.
Anie Bonnie, Mary Read y Ching Shiht. Tres mujeres más peligrosas que los hombres.
Vicente Fernández López