En el Museo Hirniman de El Cairo se conservan los primeros sonajeros recuperados de los ajuares funerarios infantiles. Aparecieron hacia el año 1360 a. C. y se cree que, sobre todo, tenían un fin mágico: asustar a los espíritus malignos con el sonido persistente que producían. Con los siglos, en España se hicieron tan populares que una pragmática del siglo XVII tuvo que fijar su precio en Castilla como si fuera un artículo de primera necesidad: «Un sonajero, ocho maravedís».
Redacción QUO